Cualquier
mujer te dirá que nunca consentirían que un hombre les pusiera la
mano encima, y si lo hicieran sería la última vez porque le
dejarían de forma inmediata, al margen de la denuncia
correspondiente. Sin embargo, los que hemos podido vivir de cerca el
drama del maltrato sabemos que no es tan fácil discernir para una
víctima de malos tratos. Una mujer enamorada, en ocasiones con
hijos, atrapada en las garras de la madeja psicológica que el tirano
va enredando en torno a ella a lo largo del tiempo no lo tiene tan
fácil. Ahí está la clave del asunto, en la madeja del maltrato, de
la humillación, del descrédito. A partir de ahí es muy difícil
salir de ese círculo vicioso de agresión, arrepentimiento y perdón,
y vuelta a empezar una y mil veces. La mujer con la autoestima bajo
mínimos y psicológicamente hundida entra en un túnel de confusión
sentimental del que es muy difícil salir sin ayuda externa.
En su entorno familiar,
amigas y conocidos, que en los primeros conatos y agresiones acuden
en su ayuda, posteriormente se vuelven reacios ante las sucesivas
reconciliaciones de pareja que suelen encadenar este tipo de víctimas
abrumadas y sometidas por la situación, por lo que finalmente acaban
alejándose o desentendiéndose del problema. "La culpa es de
ella que vuelve con él" "Ya no puedo ayudarle más"
"Creo que es masoquista" son las frases más comunes que
suelen escucharse en el entorno de la víctima. La vorágine de
terror, enamoramiento, dependencia psicológica y confusión previo a
todo maltrato físico es la responsable de que una mujer sometida por
su pareja se muestre indefensa, incapaz de salir de ese círculo
vicioso ni para pedir ayuda.