Estiércol, hedor y moscas van de la mano, por Paco Vega
La clase política canaria en general, y la grancanaria en particular, ha mostrado históricamente una actitud sumisa al poder económico. No me invento nada, sólo hay que tener ojos para ver lo que se vota y aprueba en cada legislatura. Por eso estamos como estamos, arrastrando problemas históricos que parecen irresolubles, porque la clase política que ha llevado y lleva las riendas políticas de Canarias está al servicio del poder económico.
Esta situación en el Norte grancanario rozarían la hilaridad de no ser por la gravedad de los asuntos cuando comprobamos que, un poderoso Grupo Empresarial está dispuesto a enterrar el futuro de toda una Comarca con tal de ahorrarse unos euros, al tiempo que se embolsa suculentas subvenciones europeas.
La mezquindad de estos grupos empresariales, acostumbrados a hacer de su capa un sayo, roza la crueldad cuando se saben impunes para avasallar a todo un pueblo, a su pueblo, al pueblo que les vio nacer; aunque se lleven por delante la vida y la salud de sus vecinos, además de muchos negocios con implantación histórica en la comarca.
La clase política que le agasaja y consiente, igualmente mezquina, está dispuesta a permitirles todo tipo de tropelías, vaya usted a saber por qué. Para ello, en lugar de ejercer sus funciones como defensores del interés general, velando por la salud y el futuro del pueblo que les votó, echan pelotas fuera, desvían responsabilidades o inventan argumentos legales que les permitan seguir aguantando el ridículo ante los ciudadanos, que no aciertan a entender qué clase de ataduras les obliga a someterse al interés de estas empresas.
El nivel político en este Norte grancanario, cuando ya pensábamos que lo habíamos visto todo, ha caído a unos niveles vergonzantes. El desprecio por los votantes, a los que prometieron fidelidad y compromiso ético, roza lo insoportable. Este desprecio se observa como nunca en la permisividad hacia una gran empresa que pretende implantar una planta de biogás en las proximidades de la población, aún a sabiendas del daño que va a ocasionar a toda la comarca.
Aunque fuese la primera planta en instalarse -que no lo es- no cabría la excusa del desconocimiento, pero ya son decenas de plantas de este tipo las que se han instalado en territorio peninsular, a más de tres kilómetros de distancia, teniendo que ser los vecinos los que se echen a la calle para protestar por el hedor que desprenden y la imposibilidad de respirar aire limpio a varios kilómetros de las mismas.
En el caso de la planta de biogás que nos ocupa, la que tiene proyectada construir en La Atalaya de Guía el Grupo Empresarial Félix Santiago Melián constatamos que, el pueblo más alejado es San Felipe, a escasos cuatro kilómetros, al que nadie garantiza que se libre del hedor de la planta y sus acarreos, en función de la dirección e intensidad de los vientos en cada momento. El resto de la comarca, principalmente los municipios de Guía y Gáldar, estarán doblemente expuestos, también al albur de los vientos, y nunca mejor dicho.
Llama la atención la actitud silente de determinados entes educativos, como la propia Universidad Fernando Pessoa, con sede en Santa María de Guía, tan presurosa para “otros asuntos”, que acabará -si nadie lo remedia- igualmente engullida por el fétido hedor de la planta. Supongo que ni alumnos ni profesores serán capaces de soportar un curso completo entre el olor a estiércol y la plaga de moscas que irremediablemente lleva consigo este tipo de instalaciones, especialmente con los volúmenes previstos.
En Santa María de Guía, hace algunos años, se generaron unas críticas muy fuertes hacia el Alcalde de entonces por una plaga de moscas y olor a estiércol que inundó el casco urbano de Guía. El origen, al parecer, estuvo motivado por la descarga y acumulación de estiércol en una parcela agrícola de la zona de Llano Alegre, a unos mil quinientos metros de la población. La presencia del estiércol, la plaga de moscas que trajo consigo y la dirección del viento en aquel momento hicieron que la Ciudad de Guía se convirtiera un un lugar insoportable durante unos cuantos días. Con los antecedentes citados, y teniendo en cuenta que aquello se trató de un hecho puntual, llama la atención la pasividad de las autoridades locales ante lo que va a significar la instalación de esa planta de biogás. Los acarreos y la manipulación de estiércol en este tipo de plantas industriales provocará que, los indeseables efectos citados con anterioridad, se reproduzcan las 24 horas del día y los 365 días del año..
Advertir y denunciar la tragedia que se nos viene encima, si no se impide la instalación de la citada planta, NO ES SEMBRAR TERROR SEÑORES CONCEJALES, es cubrir el vacío de poder y la indefensión en la que ustedes nos han dejado.
Estiércol, hedor y moscas van de la mano, por lo que habrá que mantenerlos muy alejados de las poblaciones si queremos disfrutar de salud y calidad de vida dignas.