El sucursalismo, enfermedad infantil del dependentismo.
La opinión de Josemi Martín en TAMAIMOS
La persona que siga atenta el panorama canario está condenada al permanente asombro o a la estéril indignación, según parece. Será cuestión de buscar posturas intermedias que nos ayuden a pensar que hay esperanza y capacidad de revertir la situación actual pero no aparecen de inmediato a nuestra mirada, hay que buscarlas. Tomemos el ejemplo de las antiguas Cajas canarias, hoy extintas. Se han convertido en sucursales bancarias españolas encargadas de gestionar el capital canario y transferirlo a la metrópoli tras un breve paso por las manos de los oportunistas de turno. No es que antes fueran algo maravilloso, con su politización extrema y su absoluta incapacidad para unir fuerzas frente a la competencia, pero sí constituían el patrimonio heredado de generaciones y generaciones de ahorradores canarios que confiaban en ellas como entidades cercanas, del país, además de alma de numerosas iniciativas culturales, sociales, etc. Eran, ¿por qué no decirlo?, parte de nuestra identidad intangible, que también está hecha de instituciones. Ahora, entregadas al sucursalismo, inspiran menos confianza o ninguna, directamente. Conocíamos esta semana el rocambolesco ¿último? episodio por el cual, lo poquísimo que queda de la antigua Caja Insular de Ahorros de Canarias queda reconvertido en una fundación alicorta a expensas de los fondos que los señores de Bankia -esa entidad tan saneada- tengan a bien transferir. Nuevamente, el centro de decisión queda fuera de Canarias en manos ajenas, de virreyes y guanartemes contemporáneos. ¡Y aún se sentirán felices con ser el 2’4 % de Bankia y pasear sus supuestas ignorancias por los tribunales!
Lo de Cajacanarias tampoco se queda atrás, cerrando sucursales y cajeros por todos lados. Perdiendo clientes cada día. Todo era mejor, por lo visto, que tratar de unir fuerzas con el resto de entidades isleñas. Hoy representan un ridículo 1% de Caixabank, algo de lo que sus dirigentes se deben sentir muy orgullosos. A ellos, mientras les paguen… Por otro lado, la Caja Rural de la provincia de Las Palmas, mal llamada de Canarias, ahora busca dar marcha atrás a su proceso de sucursalización con esa otra entidad de tanto prestigio llamada Caja Mar. ¡Qué gran visión de negocio tuvieron sus dirigentes! Meses después, su estrategia ni se sostiene, tal y como todo el mundo con un poco de sensatez veía venir, y sólo los trabajadores la apoyan, temerosos de perder unas momentáneas mejoras en su convenio, algo por lo visto imposible de mantener en cualquier otro escenario. Mientras tanto, la Caja Rural de la provincia de Santa Cruz de Tenerife o Cajasiete, los únicos que se han manejado con dos dedos de frente en todo este proceso, siguen pasito a pasito su estrategia de crecimiento e implantación nacional con una clara apuesta por consolidarse como la única entidad financiera de capital canario. En sus pequeñas dimensiones está la clave de su supervivencia y éxito actual. No invirtieron en ladrillo y siguieron siendo una caja cercana y con raíces. Visto lo visto, este canarión de a pie, desea que Cajasiete absorba a la Caja Rural de Las Palmas y les haga probar un poquito de ese jarabe tan habitual en el capitalismo: el pez grande se come al chico, a no ser que éste navegue dentro de un banco… de pejes.
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