«Sí que había dinero, lo tiene el tesorero», «¿Dónde están nuestros sobres?», fueron algunas de las frases que a lo largo y ancho de la calle Génova se filtraron por paredes, despachos, salas de reuniones, faxes y teléfonos… Y conciencias de personas honradas –que también las hay a miles en el Partido Popular, y a muchas aprecio entrañablemente– se vieron impactadas por el tremendo cabreo de quienes gritaban a las puertas de la sede ppepera en Madrid, aunque a policiales distancias.
Sí, un puñado de mil personas que se convirtieron en plenipotenciarias embajadoras de otras decenas de miles desperdigadas por la geografía porque la gente está en la calle, hartamente cabreada por tomaduras de pelo, inmoralidades, latrocinios, perdones gubernamentales a asesinos de la carretera amigos de aquellos amigos de despacho, celeridades en recuperar a los suyos condenados en otros países, multimillonarios enriquecimientos, cierres de hospitales y servicios de urgencia, cobros enriquecedores de comisiones, robos al erario público por el que no se procesa a sus autores, perdones a quienes fugaron millones para no pagar a Hacienda o quizás porque no podrían explicar legalmente su procedencia, supuestos sobres llegados del cielo que se repartían según la importancia en el organigrama político, expresidentes que se olvidan ante el juez de que tuvieron relaciones comerciales con quienes cantaron las glorias de las acciones bankarias, altísimos cargos políticos que defienden ahora la desvinculación con su tesorero durante veinte años y que lo fue con los señores Fraga, Verstringe, Rato, Aznar, Rajoy… y la señora Sáenz de Santamaría, actual vicepresidenta y antigua colaboradora del señor Rajoy.
Esta, con rostro serio y teatralizado, mirada casi perdida como si de un escenario se tratara, afirma que «no estaba al tanto de las actividades del tesorero». Ella, una más de las decenas de altos cargos de Génova que tampoco sabían nada –«¡¿qué me dice, cómo es posible!? ¡Primera noticia!»– de que durante años tal corruptela formaba parte del día a día plenamente identificada con personas de altas responsabilidades, muchas de las cuales fueron implacables látigos contra la corrupción del PSOE, las joyas que regalaba, los dineros que ocultaba al fisco, las sacas cargadas de impuestos revolucionarios, los GAL, los supuestos casos Filesa y Flick (y «Flack», como cínicamente lo llamó el señor González cuando colgó su condición socialista)…
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