-Vamos, es la hora –le dijo Edgar a su amigo Mario.
- Ya lo sé, pero tío, tengo miedo, y empiezo a dudar de que esto sirva para algo.
-Venga hombre, parece mentira. Llevamos hablando de esto mucho tiempo. Están arrasando con todo lo bueno que teníamos, la gente está muriendo por su culpa, la tierra ya no vale nada, nos quitan la comida, nos niegan lo que era nuestro, las madres, los ancianos, los enfermos, los niños, todos sufren. Nos dividen y nos están envenenando con tanta propaganda y tanta mierda, lo controlan casi todo, y mienten y compran a todo el mundo para que nadie haga nada. No te puedes rajar ahora…
-Lo sé Edgar, pero ponte en mi lugar. Tú estás solo, no tienes a nadie, yo tengo un hijo, ¿que hará si yo falto? –le contestó Mario con cierta vehemencia.
-¿Y qué hará dentro de unos años cuando ya no quede nada? ¿Qué imagen tendrá de su padre, qué le vas a decir cuando sea mayor y se entere de que no luchaste por defender lo que era nuestro? Acuérdate de Max y Julia, ellos empezaron igual que tú y hoy ya no están con nosotros. Nadie lo va a hacer por ti, desengáñate. La lucha es lo único que nos queda, y es lo único que nos da esperanza, si no luchamos estamos muertos.
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