Me alegró el reciente comunicado del colectivo de presos de ETA. Como me sucedió, de forma mucho más emotiva, cuando en octubre del año 2011 hicieron pública su decisión de abandonar la lucha armada. O, en sentido contrario, me causaron enorme frustración aquellas treguas rotas, en las que acabaron mediante un brutal atentado con las generadas esperanzas de una próxima paz.
Siempre consideré que, junto al fin de la violencia, era preciso un reconocimiento por parte de ETA del dolor causado a las víctimas y al conjunto de la sociedad. Por eso valoro que hayan incluido en su comunicado del 28 de diciembre esa referencia al “sufrimiento y daño multilateral generado”.
Sé, también, que esa declaración ni resucita a los asesinados ni sana a los mutilados ni recupera el tiempo de vida y libertad robados a los secuestrados; que tampoco borra el miedo que padecieron todas las personas que se vieron obligadas a vivir con escolta durante décadas.
Irracionalidad
Y que el comunicado tampoco difumina la irracionalidad de sentirse plenamente legitimados para realizar esas acciones en nombre de una causa y dispuestos por ella a imponer su verdad, con coches bombas y tiros en la nuca, sin plantearse el injusto daño causado.
Tengo la impresión de que el camino iniciado aquel octubre de 2011 es completamente irreversible. Que ETA se encuentra completamente derrotada y consciente de ello busca una salida para sus más de 500 presos. Y, asimismo, que le cuesta asumir sin ambages esa realidad y verbalizarlo como debiera.
Coincido con lo que el exalcalde de San Sebastián Odón Elorza, señalaba en un tuit minutos después de conocerse el comunicado: “ETA nunca dirá lo que nos gustaría oír, tardará en disolverse y abusará de la retórica como hoy. Pero es un paso positivo obligado”.
Horas después del conocimiento del comunicado se sucedieron las reacciones políticas, previsibles casi todas. De ellas me preocupa especialmente el inmovilismo por parte del partido del Gobierno, que debiera avanzar para cerrar definitivamente esta dolorosa página de nuestra historia reciente.
Acercamiento de presos
Con decisiones que podrían comenzar por el acercamiento de los presos a cárceles de Euskadi, algo que ya hizo el entonces presidente Aznar en su primer mandato (1996/2000), cuando el fin de la violencia era una auténtica quimera; unos 135 se vieron beneficiados de la medida, 33 de ellos con Ortega Lara secuestrado.
De todo lo dicho tras el comunicado del 28-D me quedo con las palabras de Rosa Rodero, viuda del sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, asesinado por ETA en el año 1993, quien aseguró que el texto es un paso adelante y puedeayudar para alcanzar la reconciliación, aunque dejó también claro que ese objetivo“va a llevar un tiempo largo”.
Renunciaron a la lucha armada hace dos años. Hoy aceptan la legalidad y reconocen el “sufrimiento y daño multilateral generado”. Tal vez mañana sean capaces de dirigirse a las víctimas solicitando perdón por la barbarie cometida. Y, así, sea algo más fácil una convivencia que, salvo exaltadas minorías, casi todo el mundo desea. El camino es complicado, pero considero que ya no hay posibilidad de retorno.
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