Todos
conocemos, aunque sea de forma elemental, que la construcción de
toda edificación que se pretenda robusta y duradera requiere de la
ejecución de unos cimientos sólidos. Tal es así que en las
modernas construcciones, los propios arquitectos, conocedores de la
trascendencia de estos elementos para la estabilidad de su obra,
dejan la ejecución de los proyectos de cimentación y estructuras en
manos de los ingenieros, más especializados en la resistencia de los
materiales y en la distribución de fuerzas. Sin embargo, el diseño
de los cimientos de la educación, es decir, todo lo concerniente a
temarios y contenidos no recaen en los maestros, en los profesionales
de la educación como sería lógico pensar, sino en retorcidas
tendencias políticas que, legislatura tras legislatura, juegan a
adoctrinar a los alumnos de la educación pública o a ajustar sus
presupuestos en base a recortes en educación. Mientras tanto, ellos
llevan a sus hijos a “selectos” colegios de pago.
Es
posible que la enseñanza sea una de las profesiones más
gratificantes de la vida. Ver casi nacer y tomar “un retoño”
humano entre sus manos, e ir alimentándolo de conocimientos,
regándolo de educación y esfuerzo hasta conseguir, años más
tarde, los frutos de su trabajo en forma de profesionales hechos y
derechos, debe ser algo muy reconfortante. Aunque en muchos casos,
para nuestra desgracia como sociedad, se valore más al futbolista
de moda que a uno de estos profesionales de la educación que cada
día trabaja en los cimientos de nuestra sociedad.
En
mi experiencia personal y familiar he tenido la fortuna de poder
disfrutar de las enseñanzas de varios de estos/as profesores/as que
con mucho tesón y una profesionalidad a prueba de bomba han puesto
lo mejor de si mismos para ver, años más tarde, el fruto del
trabajo realizado. Tropezarse con el paso del tiempo a un alumno que,
después de mucho esfuerzo, se ha convertido en un profesional de
prestigio, una persona de provecho que decían nuestros padres, debe
ser de las cosas más gratificantes de la vida. Recordar que aquél
gallo fue pollo y que alguna “culpa” de lo que es hoy tuvo que
ver las semillitas que él puso en aquellos picos, debe ser altamente
reconfortante.
Alguna
culpa tuvo el jardinero que regó y abonó con cariño aquel pequeño
arbolito cuando, con el paso de los años, admira orgulloso la
frondosidad de su obra.
Pero
lamentablemente no siempre se pone el esfuerzo necesario, por parte
de las administraciones, en la ejecución de unos cimientos sólidos
para la consecución de una sociedad de provecho. Los mismos que
ahora se lamentan de la delincuencia y las agresiones a policías son
los que se han dedicado a horadar durante años los cimientos de la
educación pública.
Tomemos
nota y no cometamos los errores del mal constructor que pretende
acrecentar su “productividad” a base de recortes en cimentación.
Finalmente la obra se cae. No permitamos que se nos caiga esta
sociedad por minusvalorar los cimientos de la educación.
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