Si vas a construir ilegalmente,
procura hacer hoteles o mansiones,
porque por dos o tres habitaciones
la ley irá a por ti implacablemente.
Si vas a delinquir, hazte influyente;
si lo haces, sé pez gordo entre los chicos,
porque si no te harán la vida añicos
y te encarcelarán sueños y penas,
pues son para los pobres las condenas
y los indultos son para los ricos.
procura hacer hoteles o mansiones,
porque por dos o tres habitaciones
la ley irá a por ti implacablemente.
Si vas a delinquir, hazte influyente;
si lo haces, sé pez gordo entre los chicos,
porque si no te harán la vida añicos
y te encarcelarán sueños y penas,
pues son para los pobres las condenas
y los indultos son para los ricos.
Los versos son de Yeray Rodríguez. Les cuento el final al principio: finalmente el pescadito chico y flaco fue indultado. Pero el perdón a sus pecados no fue gratuito. El día que la iban a indultar Josefa Hernández se levantó a las 7 de la mañana. Miró a un lado, miró a otro y no vio a sus nietos ni a sus hijos. Tampoco estaba en su isla. Josefa Hernández, la denominada “abuela de Fuerteventura”, estaba en la cárcel de Tahíche. Que el indulto iba a llegar este viernes 28 de agosto en el Consejo de Ministros ya lo sabía Josefa. Fíjense que lo sabemos nosotros hoy jueves, un día antes. Y no, no somos adivinos. Lo habían cacareado, lo habían anunciado, lo habían patrocinado, lo habían coreado los que indultan a los ricos a escondidas, los que permiten hoteles ilegales donde luego se alojan y los mismos que no suspendieron su ingreso en prisión las dos veces que lo solicitó la Fiscalía, el pasado 6 de julio y el sábado 22 de agosto. Cuando toda Canarias era un clamor, cuando el día anterior habían salido personas de todas las islas a la calle a pedir la libertad de Josefa, cuando la “abuela de Fuerteventura” había ingresado ya en prisión, es cuando le conceden el indulto. Un oportunismo debidamente estudiado. Josefa Hernández se sentó en la cama y recordó el calvario de la última semana y pico. “Solo quiero vivir en paz con mi familia”, pensará, “da igual tirar abajo la casa que tanto esfuerzo me costó construir si tengo otra donde vivir con mi familia”.
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