domingo, 26 de febrero de 2017

Salud divino tesoro, por Paco Vega.


Días atrás, con motivo de asistir al servicio de urgencias en un Centro de Salud, me quedé “ojiplático” ante los comentarios del médico de guardia que se lamentaba por el hecho de que la gente acudiese al servicio de urgencias por una simple gripe o catarro, lo que ocasionaba que se saturasen los servicios, retrasando así la atención de los que realmente lo necesitaban. Un comentario que me resultó quizás “algo ligero”, sobre todo teniendo en cuenta que los ciudadanos de a pié no tenemos la capacidad de auto-diagnosticarnos. Claro que al mismo tiempo me reconocía la existencia de una mala planificación de las plantillas de médicos, sustituciones por bajas, congresos, vacaciones, jubilaciones, etc., lo que a la larga venía a significar que cualquier persona con una “patología menor” acabase en los servicios de urgencias debido a que, en ocasiones, su medico de cabecera no pueda atenderle hasta una semana más tarde de haber pedido la cita.

Este eterno debate sobre la sanidad en Canarias y su mala gestión no es nuevo, pero es evidente que nadie acude a un servicio de urgencias -salvo que esté realmente mal- si su padecimiento puede ser atendido por su médico de confianza el mismo día o al día siguiente, pero si para ello hay que esperar una semana o más, quizás no pueda aceptar el riesgo que esto conlleva y acabe finalmente en el Servicio de Urgencias.


Los canarios tenemos plena confianza en los médicos, pero no tanto en el Servicio Canario de Salud, que durante los últimos años se ha dedicado a socavar los cimientos del propio sistema sanitario, al mismo tiempo que se favorecía negocio de las privadas.

En estos últimos tiempos hemos visto aumentar el número de habitantes sin que lo hiciese en la misma proporción los médicos y especialistas, más bien al contrario; el cierre de plantas completas de hospitales y una drástica reducción del número de médicos, enfermeras y auxiliares ha sido una constante. Al mismo tiempo las cifras de los conciertos sanitarios con la privada aumentan sin parar. La guinda de este suculento pastel para determinadas asociaciones politico-empresariales la ha puesto el actual Gobierno Canario al poner a un destacado dirigente de la sanidad privada al frente de la Consejería de Sanidad.


La salud es sin duda el bien más preciado que tenemos, aunque no seamos realmente conscientes hasta que nos falta, a nosotros o a nuestros seres queridos. Y es por eso hasta feo que se negocie con ella, pero ya sabemos que el dinero no entiende de sentimientos ni solidaridad. Cada vez más se impone aquello de “tanto tienes, tanto vales”, o lo que es lo mismo, si tienes dinero tendrás salud y si no... te mueres.

Menos mal que quedan muchos profesionales médicos, por encima de conchabéos político-empresariales, que cada día ponen lo mejor de si mismos para mantener en pie una sanidad canaria cada vez más deteriorada.

En Canarias hemos tenido la mala suerte de no contar con un Rafael Bengoa, médico y especialista en gestión sanitaria. Experto en salud pública y firme defensor de una sanidad pública universal. Es el responsable -entre otros méritos- de que la sanidad pública vasca sea hoy una de las mejores de España. La canaria a la cola… por supuesto.


Salud, divino tesoro.

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