Días
pasados hablaba con un amigo de la manipulación periodística, y más
concretamente de algún periodista radiofónico con el que en el
pasado compartimos visión de la realidad social y política de
Canarias, pero que a día de hoy dilapida su prestigio
profesionalidad en una deriva marrullera en favor de determinados
grupos de interés
Es
agotador y frustrante leer a determinada prensa, escuchar algunos
programas de radio, ver programas e informativos de televisión que
algún día fueron referente informativo de muchos, tomar la
denigrante deriva del descrédito por la vía de “don dinero”.
Este tipo de periodismo, si se le puede llamar así, se le ha venido
a definir despectivamente como “PERIODISMO PANTUFLO”.
Dicen
que la primera víctima de todas las guerras es la verdad, y este
país hace tiempo que se declaró la guerra a la verdad, habida
cuenta del número de mercenarios a sueldo que trabajan para
determinados medios, en los que más allá de ideales políticos
mienten más que hablan, siempre que les paguen bien claro.
Todos
hemos visto en renombradas tertulias o desde sus columnas de opinión
lanzar las más variadas de las falsedades con tal de “agradar” a
su público o a su pagador. Es lamentable observar la pléyade de
periodistas que son capaces de cualquier cosa y en los que la
profesionalidad y deontología hace tiempo desaparecieron, si es que
alguna vez la tuvieron. Es tan grave este asunto que se le podría
equiparar a la corrupción policial o judicial. Algunos se sienten
tan respaldados enconómicamente en su errática trayectoria que
incluso desprecian que les lleven a los tribunales una y otra vez por
tales motivos.
Es
lamentable escuchar en todos los medios a tertulianos con pátina de
“entendidos” vomitar despropósitos en contra de unos y a favor
de otros sin el más mínimo rigor ni argumento. Por lo mismo que
comprenden y justifican en unos, condenan al paredón de la crítica
a otros, simplemente por si son azules o morados, naranjas o rojos…
Hay un programa de este estilo, en una emisora de ámbito nacional,
en horario de tarde, que en su programación canaria mantiene en
emisión una tertulia que debería ser ejemplo perfecto de en la
facultad de periodismo de “cómo no deben hacerse las cosas”, con
un moderador que ironiza permanentemente sobre casi todos los temas y
personas que tocan cada día, especialmente los que no son de su
cuerda política. La profesionalidad y la seriedad periodística
brilla por su ausencia, en la que los invitados (casi siempre los
mismos) intentan agradar al moderador y director del programa en sus
pésimos chascarrillos, rectificando su criterio sobre lo hablado si
no es de la opinión del moderador. Seguramente los oyentes
habituales de radio ya sabrán de quien hablo. Tristísimo.
Comprobar
alarmantes coincidencias, afirmaciones y puntos de vista entre
determinados medios de comunicación y algunos partidos políticos
clama al cielo, no porque eso sea malo en si, sino porque lo suelen
estar basadas en falsedades.
En
este país al que se pone precio a todo, si mala es la corrupción
política y empresarial, peor es la informativa. Lo que se ha venido
en llamar cuarto poder, es también retorcido y prostituido en
beneficio de intereses espurios, en interés de los de siempre.
También
hemos visto proliferar recientemente como setas a determinado tipo de
“periodistas” que cámara y micro en mano se dedican a importunar
y faltar al respeto a determinados personajes públicos con la única
intención de provocar una reacción violenta y así tener una
noticia donde no la había. Probablemente este tipo de periodistas
hace unos años estaría haciendo crónica del corazón, pero parece
ser que han encontrado en la política-ficción un filón por
explotar.
En
esta selva de despropósitos y retorcidos intereses es un autentico
lujo poder disfrutar del placer de leer y escuchar a los periodistas
de referencia que, más allá de intereses políticos o
empresariales, son capaces de permanecer fieles a la esencia de una
honorable profesión que muchos mancillan con sus mentiras y su
descrédito. Da gusto escuchar opiniones independientes, docentes,
que marcan la diferencia y que generan el respeto de todos, incluso
de los que piensan diferente. Por supuesto nadie está en posesión
de la verdad absoluta ni yo soy quien reparte patentes de
profesionalidad, pero todos sabemos cuando alguien habla con criterio
profesional y cuando no.
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