Esta
semana quería hablar de Canarias, del día de Canarias y de la
canariedad, en la que muchos creen que con ponerse el cachorro y
“disfrazarse” de canario una vez al año ya cumplen con la
defensa de esta tierra… Pero no, en esta ocasión aprovecharé
estas líneas y esta pequeña ventana al mundo para GRITAR por algo
que me parece mucho más grave como es la muerte de tres mujeres.
En
estos días han sido tres las fallecidas a manos de sus parejas, dos
en Madrid y una en Murcia, pero podrían haber sido en Canarias o en
cualquier otra parte. Y ya son 27 las mujeres muertas en España por
sus parejas en lo que va de año. Me desasosiega tremendamente este
tema por lo incomprendido del drama que hay detrás de estos casos,
no sólo por las muertes -que también- sino por las miles de mujeres
que a diario y anóninamente sufren en silencio la tortura del
maltrato machista.
No
sirven de nada los minutos de silencio. No sirven de nada las
tertulias improvisadas en las que, con mucha frecuencia se toca el
tema con demasiada superficialidad. El problema para miles de
mujeres seguirá ahí a los pocos días, cuando se apague el eco de
la noticia y del espanto por la muerte de estas nuevas víctimas.
Me
indigna profundamente cuando se equipara la violencia y el maltrato a
las mujeres con determinados casos aislados de violencia sobre los
hombres. Equiparar estos casos, condenables en todo caso, con las
miles de mujeres que sufren esta lacra a diario, tiene un tufo
MACHISTA que tira de espaldas, porque es innegable que vivimos en una
sociedad machista en la que casi siempre la mujer lleva las de
perder, excepciones aparte.
No
me cansaré de decir que, aunque los moratones y la sangre son muy
aparatosos y llamativos, el maltrato -en todos los casos-, empieza
siempre mucho tiempo atrás. Se trata del maltrato psicológico,
invisible, sin marcas físicas, pero con unas profundas heridas
psicológicas que tardan mucho en cicatrizar y que son las culpables
de que en la mayor parte de los casos, cuando llega el maltrato
físico no haya denuncia de la víctima. “EL PERDÓN” tiene
también mucho que ver con ese maltrato psicológico que se va
fraguando durante años y que incapacita a la víctima para ver con
objetividad lo que está pasando y tomar así sus propias
decisiones.
La
familia, amigas y conocidos tampoco entienden el comportamiento -a
veces errático- de la víctima, que regresa una y otra vez con su
maltratador, a pesar de las advertencias de todos. Pero es eso, la
víctima de maltrato psicológico (y muchas veces físico) no es
autónoma ni consciente para tomar decisiones, está condicionada
siempre por la maraña que el maltratador ha ido tejiendo en su
cabeza a lo largo del tiempo y de la que es muy difícil zafarse sin
ayuda.
El
maltrato psicológico puede existir sin maltrato físico, pero no es
posible un
maltrato físico sin un maltrato psicológico previo que
desbarata su autoestima, salvo casos excepcionales.
El
maltrato psicológico no empieza de la noche a la mañana, como
tampoco lo hace el físico. Suele iniciarse con sutiles exigencias e
imposiciones, con leves muestras de control -muchas veces camufladas
con el manto de los celos-, con pequeñas muestras y exigencias
autoritarias que debe encender las alarmas de la víctima y su
entorno. Pequeñas y sutiles acciones de control que van
incrementándose sin que la víctima se percate, puesto que suelen
intercalarse con demostraciones de amor incondicional. Para la
víctima el maltratador no no es un delincuente y un homicida
potencial, es el amor de su vida, su proyecto vital y en ocasiones el
padre de sus hijos, con lo que esto significa. Se hace por lo tanto
muy difícil para la víctima detectar nada sospechoso en una
vorágine de sentimientos y acontecimientos entrelazados y
contradictorios.
Desgraciadamente
hay muchas víctimas a las que no les da tiempo de denunciar porque
los acontecimientos se precipitan de forma inesperada y todo
“explota” con el daño físico de la víctima cuando ya es
irremediable. Pero cuando es posible detectarlo, bien por ella o por
la familia o amigos, hay que tomar medidas urgentes de separación
física del maltratador.
En
todo el proceso de DETECCIÓN y PROTECCIÓN a la víctima hay dos
fases fundamentales: La primera es previa a la denuncia, que compete
a la propia víctima, su entorno familiar y de amistades (muy
importante), en la que es fundamental no desfallecer ante un posible
comportamiento contradictorio de la víctima (complicado pero
fundamental). Y una segunda que es posterior a la denuncia, en la que
debe seguir contando con todo el apoyo anterior y además, el de las
Autoridades y personal de los Servicios Sociales especializados y
competentes en la materia. En esta segunda parte es fundamental la
sensibilidad y especialización del personal interviniente en toda la
cadena de custodia y responsabilidad del caso (policía, abogados,
funcionarios y jueces), además de los propios servicios sociales,
estando atentos a las más que probables renuncias e inseguridades de
la víctima.
El
tema es tan complejo y tan grave que en ocasiones sucede que, a pesar
de la denuncia de la víctima, ésta acaba falleciendo a manos de su
pareja, bien por fallos en cadena funcionarial interviniente o por
exceso de confianza y relajación en las medidas policiales o
judiciales, falta de medios, personal, etc.
La
dificultad en la detección, así como la poca convicción de la
propia víctima y su entorno en este tipo de delitos hacen que su
complejidad y tratamiento sea extrema. No olvidar nunca la
peculiaridad de este delito en el que el delincuente es SU PAREJA
SENTIMENTAL.
Tres
eran tres y seguimos sumando muertes, seguimos sumando VIOLENCIA
MACHISTA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario