El amor que muchos españoles sienten por los catalanes podría
definirse como “amor infantil”, ese que te tira del pelo o se mete contigo en
el recreo del colegio porque no sabe cómo demostrarte que le gustas. Quiere
llamar tu atención y no sabe cómo. Quiero pensar que esto es así porque de otra
forma no se entiende tanto ataque desaforado a los catalanes como hemos visto
en los medios en los últimos tiempos, en ocasiones rozando el odio. Desde aquel
vergonzoso “a por ellos”, pasando por
los sucesivos desprecios e insultos durante todo este proceso de la pretendida “desconexión”
las acciones no han sido nada propicias para el amor. De toda la vida, la
táctica para reconquistar a una pareja
que se ha desenamorado y te quiere abandonar no es precisamente el insulto, el
desprecio y el reproche. Lo normal es sentarse a hablar y plantearse una
táctica de reconquista sutil, cariñosa y hasta sensual. Unas formas que están muy
alejadas de los malos modos que hemos visto durante todo este proceso. Si
pretendemos conservar a nuestro lado a una persona (o a un pueblo) no cabe otra
táctica que el dialogo, la negociación y las buenas formas.
Las tácticas hasta ahora aplicadas –aplicación estricta de la
ley, lo llaman- es evidente que no han funcionado, así que sería inteligente
cambiar de estrategia si no queremos quedarnos sin “novia”, especialmente ahora
que todos los ojos y oídos internacionales prestan atención a sus sollozos de
desamor.
El primer error se cometió al recurrir el Estatuto catalán
allá por el 2006, al que dejaron hecho unos zorros después de realizada la poda
por el Tribunal Constitucional, tanto al
texto como a la dignidad de los catalanes. Desde entonces no ha parado de
crecer el número de independentistas –entonces minoritario- hasta alcanzar casi
el 50%. El posterior desarrollo de los acontecimientos no ha ayudado
precisamente a aplacar las ansias y los ánimos independentistas, más bien al
contrario. El mayor estímulo al independentismo catalán, aunque parezca una
contradicción, ha venido siempre de la mano de la derecha española, cargada de
prejuicios y falta de democracia.
La lista de errores comenzó por el mencionado recurso al
estatuto catalán, cuando al PP –estando en la oposición- le pareció bien
utilizarlo TODO para llegar al poder (incluido dar la espalda al Gobierno en
materia terrorista –cuando ETA mataba-). Continuó posteriormente con falta de
diálogo e inmovilismo. Los barcos de Piolín (otra innecesaria falta de respeto)
con miles de policías desplazados con motivo del referéndum del 01 de octubre,
así como los innecesarios porrazos y otros excesos para impedir unas votaciones
anuladas de antemano, siguieron ahondando en la fractura social catalana. La
aplicación del artículo 155 de la Constitución sólo fue la guinda que colmó la
multitud de torpezas, con sobreactuaciones y declaraciones sobradas de
testosterona y faltas de neuronas.
Las elecciones del pasado 21-D volvieron a poner las cosas en
su sitio (para sorpresa de muchos) y es que los independentistas siguen
teniendo mayoría absoluta y van a formar nuevamente gobierno y, ahora con más “elementos
internacionales” en juego, a continuar en su deriva independentista, puesto que
el Estado no ha sabido o querido hasta
ahora “reconquistar” sus corazones. “Los
naranjas” siguen disparando cañonazos a las moscas y ya empiezan a dar miedo en
su peligrosa deriva radical. Esperamos ansiosos a ver un incremento neuronal y
unas decisiones más acordes con la responsabilidad que ejerce el partido en el
gobierno de la nación.
El punto de inflexión considero sigue siendo el referéndum
pactado, la única tecla que no se ha tocado hasta ahora para la resolución del
conflicto. Ya se autorizó en Canadá y en el Reino Unido, lo que puso fin a sus
conflictos de Quevec y Escocia respectivamente. Si seguimos avanzando por el
camino de la represión como única alternativa quizás no podamos luego dar
marcha atrás en esta deriva.
Para los más despistados sobre el “contubernio catalán”
aclarar que, la independencia catalana ha conseguido lo más difícil, unir a dos
partidos de signo contrario, JUNTSxCAT de derechas y ERC de izquierdas,
mientras la CUP –también de izquierdas-
colabora con su abstención. Se me ocurre pensar que, con estos mimbres
han faltado quizás unos buenos artesanos para elaborar el cesto de la
reconciliación y del amor.
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