El
tema del que quiero hablarles hoy lo he tratado en reiteradas
ocasiones a lo largo de los últimos diez años, pero no me cansaré
de hacerlo porque compruebo sigue siendo un desconocido para la
inmensa mayoría de los ciudadanos, a pesar de que casi cada semana
tengamos luctuosas noticias que nos recuerdan el arduo camino que
queda por recorrer para atajar este asunto.
Se
trata de la VIOLENCIA MACHISTA o VIOLENCIA DE GÉNERO. A mi me
gusta llamarla por su nombre real, sin ambages, puesto que es el
machismo inyectado en vena en gran parte de la sociedad, mujeres
incluidas, es el que produce y consiente que semejantes psicópatas
campen a sus anchas cometiendo tremendas tropelías contra la mujer.
Y no hablo sólo de la violencia física, que es a la que
habitualmente se presta más atención por su visibilidad, sino de la
psicológica, sin duda la más destructiva de todas, sin la cual
probablemente sería imposible llegar al daño físico. Piensen que
para llegar a maltratar físicamente a una mujer y que esta no salga
corriendo a pedir auxilio, hay previamente un intenso trabajo de
demolición, a veces de años, de los más elementales cimientos de
autoestima y seguridad de la víctima. El maltratador puede llegar a
ser incluso amable con otros familiares, amigos, vecinos y conocidos,
pero es en la intimidad de su hogar donde se revela el psicópata que
lleva dentro.
Algunos
incluso llevan el maltrato más allá de la separación de su pareja,
porque no soportan que sus ex-mujeres rehagan sus vidas. Muchos de
los crímenes fruto de esta violencia criminal son cometidos después
de la separación o divorcio, algunos incluso con sus vidas
sentimentales aparentemente rehechas con otras parejas. Otros, en las
mismas circunstancias, no llegan al crimen o la agresión física,
pero son capaces de urdir todo un entramado de maldad para perjudicar
a la víctima, a quien hacen responsable de todos sus males y
complejos. El descrédito público ante familiares, amigos y
conocidos es sólo una de sus tácticas destructivas sobre la mujer a
la que alguna vez juraron AMOR ETERNO…
Este
tipo de delincuentes no dudan incluso en manipular e intoxicar a sus
propios hijos en contra de su madre, con la única finalidad de
restañar su orgullo de macho herido, que sufren desde el mismo día
de la separación (a iniciativa de ella claro). Este maltrato es
conocido en psicología como ALINEACIÓN PARENTAL, normalmente
ejecutada sobre los hijos menores, pero que se da también
excepcionalmente con hijos mayores de edad, cuando previamente se ha
abonado el terreno con un arduo y constante trabajo de manipulación,
con la única finalidad de alejarlos de la madre, aumentando aún más
el daño sobre la víctima. Esta misma figura de la alineación
parental es utilizada también por algunas mujeres, normalmente con
hijos menores bajo su guarda y custodia, con la misma finalidad y
maldad, alejarlos de los padres. Los hijos son, en estas ocasiones,
víctimas también del maltratador.
Es
este maltrato, utilizando a los hijos, es el más cruel y
despreciable de todos por el daño psicológico que produce sobre la
víctima. El psicópata machista tiene además otras mil formas de
perpetrar SU VENGANZA, al margen de los hijos, y no vivirá para otra
cosa que no sea el daño psíquico o físico de la mujer, a la que un
día JURÓ QUERER. Moverá cielo y tierra, por tanto, para
perjudicarla por las más retorcidas formas hasta obtener su
venganza, a no ser que la justicia le pare los pies. Este tipo de
sujetos suelen presentarse con frecuencia ante la sociedad como
víctimas de sus propias víctimas, sufridores de un maltrato
imaginario que sólo existe en su perturbada mente.
Por
suerte o por desgracia es un tipo delictivo con el que me he visto
en la obligación de intervenir, primero -y
durante muchos muchos años- por circunstancias profesionales
y posteriormente auxiliando y protegiendo a la víctima en entornos
familiares.
No
puedo más que indignarme cada día con la escucha o visionado -en
los medios de comunicación- de tertulias o debates compuestos por
personas con nula preparación o conocimientos muy básicos sobre
este tipo delictivo. Hace sólo unos días tuve la desagradable
experiencia de soportar a un representante de un seudo-sindicato
policial, en una cadena privada de televisión, que entrevistado como
supuesto “especialista” en la materia, cuyo único interés fue
dar visibilidad a las reivindicaciones de la organización a la que
pertenecía, en lugar de mostrar las peculiaridades de este tipo
delictivo y sus nefastas consecuencias para la mujer. Lo mismo sucede
con algunas tertulias periodísticas en determinados medios de
comunicación, que se suceden al calor de crímenes recientes de
violencia machista. La falta de profesionalidad o la superficialidad
a la hora de tocar estos temas por parte de estos profesionales no
ayuda precisamente a allanar el duro camino de la mujer maltratada,
así como la más que necesaria concienciación de la sociedad.
Siguen
faltando medios humanos y materiales para la erradicación de estos
delitos, pero sobre todo sigue faltando concienciación y formación
en el funcionariado encargado de la persecución de los mismos y la
protección de las víctimas. Las comisarías, los juzgados y los
colegios de abogados se han convertido en una telaraña
administrativa fría, distante y cuadriculada, no apta para estos
tipos delictivos. Años de aplicación de leyes estériles y vacías
de contenido, no ha bastado para erradicar la larga lista de víctimas
mortales. Siguen sin contabilizarse las víctimas con tremendos daños
psicológicos y menos aún de las desconocidas, que ni siquiera
llegan a denunciar. Son la mayoría.
La
violencia machista se ha cobrado ya más víctimas que por el
terrorismo. Sólo este dato debía ser suficiente para poner en
marcha medidas urgentes para su erradicación, pero no se hace. El
postureo político con mensajes estúpidos y vacíos de contenido
siguen ocupando portadas y cabeceras de informativos después de cada
crimen.
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