Los que ahora vomitan odio racista en las redes sociales porque los inmigrantes vienen a
quitarnos el trabajo -dicen ellos- nunca antes dijeron “ni pio”, cuando la derecha ponía en marcha una reforma laboral demoledora, lo que significó que miles de trabajadores fueran despedidos.
Los que ahora se indignan porque se trate con un mínimo de humanidad a los que, huérfanos de dignidad, llegan a nuestras costas huyendo de guerras y hambrunas en el continente africano, nunca antes se manifestaron ni alzaron la voz cuando la derecha aplicaba la ley sin solución habitacional a miles de familias canarias y españolas que los bancos ponían en la calle sin piedad.
Los que ahora vociferan en las redes sociales porque se inviertan recursos en atender a los seres humanos que llegan desesperados a nuestras costas en frágiles embarcaciones, nunca antes vociferaron tanto odio cuando se invertía una millonada monumental en rescatar a una banca corrupta en connivencia con la misma clase política que ellos aplaudían entusiastas.
En definitiva, estos que ahora rezuman odio y agresividad en las redes sociales, nunca les importó ni preocupó los españoles ni sus problemas, abducidos por una ideología que les dicta cuándo deben gritar y cuándo deben callar obedientes. Me hubiese gustado verlos en tantas y tantas manifestaciones y protestas celebradas en este país, reivindicando decencia y calidad de vida para los trabajadores y para todos los españoles menos favorecidos. Me gustaría verlos pidiendo que los ricos paguen impuestos, como lo hacen los trabajadores.
Estos que ahora se muestran tan agresivos contra el gobierno actual, a pesar de la pandemia mundial y de la crisis económica consecuencia de la misma, permanecieron mudos e impasibles cuando durante la crisis económica que motivó la explosión de la burbuja inmobiliaria creada e impulsada a través de la Ley del Suelo por la derecha de este país.
Da muchísima pena que, los que se hacen llamar a si mismos “constitucionalistas” y sus palmeros -silenciosos entonces y vociferantes activos ahora- hayan destacado precisamente por el constante incumplimiento de la Constitución. Pero entonces nunca les preocupó las inversiones para atender a la inmigración irregular, mucho más numerosa que ahora, ni los recursos despilfarrados en satisfacer la ambición de la banca y de los grandes emporios económicos.
En los últimos años, cuando más hacía falta su participación ciudadana en los múltiples asuntos de interés general, locales, regionales y nacionales, asuntos en los que corrían peligro asuntos como el trabajo, la vivienda o la dignidad de los españoles, más se mimetizaban en las redes con un comportamiento huidizo o de perfil bajo. Sólo sacan sus cabezas de gallo interesado cuando la derecha se encuentra en el banquillo de la gobernabilidad. Pese a su manifiesta ignorancia de los asuntos de los que hablan, no dudan en lucir su plumaje ante quien ellos consideran pueden beneficiar sus asuntos de interés. La derechona corrupta e insensible siempre es su apuesta, aunque si mañana alguien de la izquierda “amaga” con beneficiarle su posición no dudarán en prostituir su criterio de veleta.
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