Cuando la progresía mediática da alas a la extrema derecha
Ante la posibilidad de que Podemos pudiera gobernar, medios supuestamente progresistas alimentaron el odio a los rojos. Esta práctica ha servido para dañar a algunos dirigentes del partido, pero también ha aupado a los ultras
Pablo Echenique 24/07/2022
La extrema derecha formalmente democrática, es decir, la extrema derecha que acepta someterse –al menos formalmente– a las reglas del juego democrático, es la última ratio del poder justo antes de la violencia física como forma de gobierno. Esto es, justo antes de la dictadura o, dicho de otra forma, justo antes de la institucionalización de la tortura y el asesinato como herramienta legítima del Estado para controlar a la población. Esto puede parecer una afirmación muy atrevida pero, si pensamos en lo que estaba ocurriendo en Italia y en Alemania justo antes de Mussolini y de Hitler, es fácil comprobar que se trata de una constante histórica. Y esa naturaleza inmediatamente previa a la violencia física permite, además, entender y explicar muy bien muchas de sus características visibles más notables, como su violencia verbal, su actitud matonil, los pectorales henchidos de gimnasio, el fetichismo casi lúbrico por las armas, la participación de históricos neonazis en sus manifestaciones y estructuras de partido o la proliferación de atentados terroristas de extrema derecha que estamos empezando a ver a lo largo del mundo desarrollado –muy especialmente en Estados Unidos– y que constituye la principal amenaza a la seguridad nacional en los países modernos. La palabra clave es violencia.
En términos de poder, es esa naturaleza de última ratio antes de la violencia física como forma de gobierno lo que caracteriza a la extrema derecha. En términos de discurso, lo que la caracteriza es el odio.