capacidad de empatizar -o capacidad a secas- que tienen determinados trabajadores, tanto en el sector público como en el privado. Aquí no podemos hacer distingos porque, aunque somos más dados a criticar al trabajador público (sea funcionario o no), el privado tampoco se libra de la “falta de cintura” que se le supone a todo aquel que trabaja de cara al ciudadano; y lo cierto es que las capacidades se tienen o no se tienen. A nadie se le esconde las dificultades de la atención al público, máxime cuando se trata de ciudadanos enfadados o disgustados con algún servicio (o ciudadanos difíciles, que todo hay que decirlo), pero la empresa o la administración debe cuidar sobre manera a este personal, asegurándose también de que los designados estén capacitados para tal fin, con los recursos empáticos suficientes para no agravar el problema en unos casos o crearlos -sin necesidad- en otros. A la empresa privada porque le va su prestigio en ello (y por consiguiente su beneficio), y la pública por el respeto hacia el ciudadano/contribuyente, que es a quien único se debe.
Y no
hablo sólo desde lo personal, que alguien podría pensar que quizás
soy yo el “mal amañao”, que lo soy; pero no, porque también he
visto los malos modos y las contestaciones fuera de tono con otros
ciudadanos en mesas aledañas de determinado organismo público.
Con treinta años trabajados en ambos sectores, veinte en la Administración y otros diez en la empresa privada, puedo decir que sé de lo que hablo y no sólo por experiencia, porque también lo viví en primera persona, entonces como parte activa y en los últimos años como “sufridor pasivo” de tantos egos, incapacidades y necedades. Los trabajadores porque no se puede dar lo que no se tiene, al margen de empatías, y los empresarios o “jefecillos” por evidenciar que les queda muy grandes determinadas responsabilidades.
Todos cometemos errores, yo el que más… A veces incluso voy disculpándome por ser humano y permitirme que la rabia me pueda en determinadas situaciones, pero el trabajador de atención al ciudadano, sea público o privado, debe ser consciente de su responsabilidad y profesionalidad. Debe saber que cuando ejerce sus funciones profesionales no es él y sus circunstancias, sino un servidor público, aunque no sea de lo público. Interiorizar que su prestigio y el de la empresa/departamento al que pertenezca están en juego.
Perdón por la dureza de algunos párrafos pero, “sólo Dios sabe” del esfuerzo y paciencia que en ocasiones debo tener -incluso con altos cargos- cuando me atropellan los despropósitos.
Quien se dé por aludido que tome nota; y quien no que piense que, las cosas son como son, pero debiéramos hacer lo posible para cambiarlas a “como quisiéramos que fueran”. Todo es susceptible de ser mejorado. En cualquier caso, decir que los egos son muy malos compañeros de viaje. Somos humanos, cometemos fallos de los que debemos aprender, y estaremos aprendiendo hasta el último minuto de nuestra existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario