Si no ves la manipulación de los medios es sencillamente porque estás abducido por ellos, porque la prensa, la radio y la televisión están sobradas de manipulación, especialmente los informativos, que ya es decir…
Estoy de acuerdo en que mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, han conseguido grandes logros y conquistas, pero no podemos ignorar el poder de los grandes emporios económicos, que no dudan en “regar” de millones de euros a medios y periodistas para que actúen como mercenarios de sus intereses. En realidad les sale mucho más barato invertir en manipulación política que en campañas de publicidad. Lo vemos cada día. Incluso los medios que son habitualmente tildados de izquierda tienen determinados programas, tertulias o periodistas que emiten opiniones claramente de derechas. En más de una ocasión me he sorprendido revisando el dial -por si se me había movido accidentalmente- desconcertado por los mensajes emitidos por una emisora supuestamente progresista. Lo mismo ocurre con La Sexta en televisión, con fama de izquierdas, lo que resulta casi simpático de no ser por la gravedad del asunto, puesto que sus dueños son los mismos que Antena3 (con una marcada escora a “estribor”). Y es que lo bueno del “masoquismo” de aficionarse a ver debates políticos en televisión es que sabes perfectamente qué y quién dijo qué cosas; quiénes articulan un discurso coherente y quiénes lanzan consignas vacías de contenido. Y claro, cuando ves el debate periodístico -posterior al debate parlamentario- te quedas con la boca abierta al comprobar que lo dicho por determinados periodistas o tertulianos no tiene nada que ver con el contenido del debate anterior, lo mismo sucede con los informativos, en el conocimiento de que la inmensa mayoría de ciudadanos no han visto el debate parlamentario.
Y si a esto le añadimos la nada despreciable manipulación de las redes sociales y sus sicarios, que manejan miles de cuentas falsas y se meten en todos los debates que huelan a política para retorcer el criterio de los ciudadanos poco informados, tenemos la tormenta perfecta…
La política para pobres, vista desde la derecha, es muy tosca: todo está basado en el pretérito “orgullo patrio” la bandera y cuatro mensajes trasnochados y caducos referidos a la unidad de la patria. En definitiva, intenta convencernos de que somos seres superiores por una simple cuestión accidental como es la racial o geográfica; por haber nacido en estas coordenadas geográficas y tener un determinado color de piel. En definitiva, mensajes cortos y sencillos; y miedo, mucho miedo, sobre todo a eso de que vienen los rojos, los negros o los moros... Por no decir que esto de la raza o la nacionalidad no es más que un mensaje prostituido desde su origen, puesto que todos sabemos que en realidad es cuestión de dinero; el color de piel y la nacionalidad caen a un segundo, tercer o cuarto lugar si la cartera del individuo en cuestión está bien abultada.
Qué poco hemos avanzado desde la penosa dictadura, aunque la realidad es que nunca salimos de ella. Los mensajes coherentes y sustentados de políticas verdaderas no apelan al miedo sino a la esperanza. Las derechas en cambio apelan al falso orgullo patrio. Por eso es tan fácil tocar el corazón de los desinformados con gestas deportivas u otro tipo de acontecimientos que nada tiene que ver con los problemas reales para llegar a fin de mes de la mayor parte de trabajadores y pensionistas. Se les aleja intencionadamente a una realidad paralela en la que puedan sentirse parte de un todo que no les pertenece. Y sobretodo que puedan olvidarse de los problemas reales ocasionados por una política que les maltrata y que tiene como objetivo final favorecer a las clases adineradas.
La política desde la izquierda es más compleja: hay que profundizar mucho en el origen de los problemas y conocer muy bien el funcionamiento de un estado corrupto en el que siempre han mandado los mismos, y a las pruebas me remito (el maremoto originado por la decisión del Tribunal Constitucional de impedir su trabajo al Legislativo), que pocas veces ganan el pulso las políticas que favorecen a los trabajadores. Lo estamos viendo cada día. Cuesta “Dios y ayuda” torcer el brazo a los grandes poderes económicos, a sus representantes políticos y judiciales, así como a los partidos que se disfrazan de izquierda para timar al confiado ciudadano. Explicar el poder e influencia de los lobbies económicos locales y estatales no es fácil. Los que dirigen y toman las decisiones no dan nunca la cara, se esconden tras sociedades interpuestas del más variado pelaje. En fin, que los mensajes de la izquierda están enfocados a favorecer a la gran mayoría de trabajadores y pensionistas pero cuesta mucho hacerles llegar el mensaje en esta selva de mentiras abonadas con dinero.
Por otra parte comprobamos que, gran parte de los ciudadanos tampoco están por la labor de conocer las políticas adecuadas para su futuro y el de sus hijos. La inmediatez, el ombliguismo y el egoísmo del “ande yo caliente y ríase la gente” marca muchas veces la deriva política.
Y la pregunta del millón: ¿Cómo es posible que si los ricos son pocos y los trabajadores muchos, no ganen siempre las propuestas que prometen elevar el bienestar de los trabajadores…? Pues ahí está la clave, en LA MANIPULACIÓN MEDIÁTICA para convencer a los trabajadores de que la opción de las derechas es la buena, aunque luego comprueban cada legislatura que todo es mentira, que siempre ganan los mismos, los poderosos; pero esa es otra variable, que la memoria es frágil y vuelven a repetir los errores porque el bombardeo mediático es brutal. Bombardeo del que es muy difícil abstraerse, que no siempre es igual y además tiene sus fases perfectamente planificadas; unas veces con mentiras (sobre intenciones propias o ajenas) y otras con silencios. Si, los silencios también son manipuladores en demasiadas ocasiones.
Y si, desgraciadamente los medios de comunicación, alimentados con dinero de los grandes poderes económicos, tuercen el voto de los ciudadanos a través de la manipulación. Créanlo, no es una inocentada.