No quiero que me “aparquen” en una residencia, a no ser que mis limitaciones me superen. No quiero que me alejen de mis recuerdos, referentes y de mi entorno seguro. No quiero convertirme en un estorbo para nadie. No quiero ser apartado para comodidad de unos y negocio de otros.
Las residencias públicas son un servicio a disposición de los mayores, mientras que las privadas son sólo eso, un negocio, por muy bonito que nos lo pinten sus campañas publicitarias. En cualquier negocio, cuando las cuentas no cuadran, toca recortar gastos. Y ya sabemos quien pierde cuando se recortan estos gastos en las residencias...
La asistencia domiciliaria podría ser la otra cara de este tipo de servicios, pero las Administraciones han permitido que los grandes poderes económicos metan también las zarpas en este sector, convirtiéndolo en otro negocio, aunque para ello prostituyan el lenguaje, intentando suavizar el término. El objetivo de las Residencias Públicas de mayores es el de todos los Servicios Públicos, defender el interés general y calidad de vida de los residentes, al menos en teoría. El objetivo de cualquier empresa privada es el económico, por encima de cualquier otra consideración.
Quiero vivir en compañía de mis seres queridos, en un ambiente cálido, reconocido y reconocible. Quiero disfrutar del último tramo de mi vida acompañado de los olores, colores y sonidos que me me son familiares, que estimulan mi memoria y los sentidos. Lo dicen los expertos, que son elementos refuerzan los factores cognitivos del cerebro. Quiero que se respeten mis creencias, las que sean, pensando en que hay otra vida después de ésta o simplemente que aquí se acaba todo, lo bueno y lo malo, lo vivido y lo sufrido.
Cuando mis fuerzas flaqueen y mi mente confunda los recuerdos sólo quiero que me ayuden a transitar el último tramo de la vida, sin apartarme de mi entorno. No quiero que me alejen de mis recuerdos, de mis victorias y fracasos, de mi trayectoria vital como persona. Cuando la mente sea una intermitente neblina de recuerdos y sentimientos, cuando mi cuerpo o mi mente se hagan eco del paso de los años, quiero tener a lo que aferrarme para no deslizarme por el tobogán de la desmemoria.
Quiero ver salir el sol por la misma ventana cada mañana. Quiero abrigarme con la misma manta en los fríos días de invierno. Quiero escuchar cantar a los pájaros y el trajín de la cocina, mientras disfruto del aroma de las flores y el olor de la comida recién hecha.
Hasta que el sol se apague, los pájaros silencien su cantar en mi interior y dejen mis pupilas de brillar, no quiero que me saquen de mi casa.
Luego, ya sólo aspiro a ocupar el espacio de un recuerdo en el corazón de los que alguna vez me quisieron.
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