Esto
es el Rastro señores/ vengan y anímense/ que aquí estamos
nosotros/ somos Papá Nöel./ Le vendemos barato/ con el precio en
inglés/ somos todo lo honrados/ que usted quiera creer… A
principios de los años setenta el cantautor Patxi Andión compuso
esta popular canción como homenaje al peculiar mercado madrileño;
con toda seguridad no intuía que, unas décadas después, algunos de
sus versos podrían estar destinados a todo un país en liquidación.
Y
es que España está en venta y a precio de saldo. En junio de este
año el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), que agrupa
a una quincena de los principales bancos y empresas de España, daba
cuenta -según el diario El Mundo- de una presentación, ante
inversores de todo el planeta, de las bondades de la economía
española. Sin ningún pudor, Sánchez Galán, presidente de
Iberdrola y portavoz del Consejo, les espetó con entusiasmo: “España
es un país muy barato, vengan antes de que sea demasiado tarde”.
Aunque se necesitan más reformas en las pensiones, la educación y
en lo laboral -afirmaba- estamos ante el mejor momento para comprar
y “los momentos pasan”.
Apenas
unos meses después, en septiembre, el ministro José Manuel Soria
aplaudía el interés de los inversores extranjeros en “tomar
participaciones en empresas industriales, de telecomunicaciones,
inmobiliarias o del sector del turismo”. Era lo mismo que nos decía
por las mismas fechas Morgan Stanley, un fondo de inversiones que
estuvo al borde de la quiebra por sus operaciones de alto riesgo
antes de la crisis. En un informe que, para mayor recochineo, tituló
“Viva España” aseguraba que este país era ahora una gran
oportunidad de negocio. En octubre era Emilio Botín el encargado de
dinamizar las ventas: aunque hay que hacer más reformas -decía- “la
confianza en España está aumentando de forma inimaginable en los
últimos seis meses. Todo el mundo quiere invertir en España. Llega
dinero para todos. Está llegando dinero a la Bolsa, a la deuda, a
los bancos, para hacer inversiones…”.
Se
dan cuenta de repente -qué casualidad- que están ante un país al
que han empobrecido y endeudado hasta las tachas, y están acudiendo
como moscas. En apenas unos meses empiezan a llegar, atraídos por
panales de rica miel, numerosos especuladores que se están quedando
con lo que encuentran a su paso. Así empiezan a recalar fondos
buitres opacos e inversores de todo tipo en busca de gangas. Aparece
Bill Gates, que olfatea que el ladrillo será de nuevo nuestro nicho
de negocios, y se queda con un 6% del capital social de FCC (¡y dice
el Gobierno que eso nos pone en el mapa mundial!); una sociedad
norteamericana se adueña de una empresa de envases de Murcia; la NTT
japonesa se hace con la consultora Averis; un fondo suizo adquiere el
sector digital de Indra; otro estadounidense compra casi dos mil
viviendas del ayuntamiento de Madrid; bancos como Bankia, Catalunya
Banc o La Caixa se han desprendido y puesto en manos de fondos
yanquis la mayoría de sus compañías inmobiliarias y lo mismo ha
sucedido con otros bancos malos; Repsol acaba de cerrar la venta de
un 30% de Gas Natural a los chinos de Sinopec; el fondo de riesgo
Oaktree Capital se queda con Panrico; a Campofrío se la zampó
también el capital chino… Desde enero hasta estos momentos y según
un estudio de El País los inversores extranjeros han comprado
activos españoles por valor de 14.000 millones de euros. Desde 2009
hasta ahora, la venta de pisos a latinoamericanos, británicos,
franceses, rusos, belgas, alemanes, holandeses, egipcios y argelinos
ha aumentado en un 29% y en algunas zonas se han hecho hasta con el
50% del patrimonio inmobiliario vendido. En Canarias una de cada
cuatro viviendas es comprada por extranjeros, en su mayoría rusos y
alemanes.
Lejos
de amilanarse, el Gobierno de Mariano Rajoy abraza y alienta este
despojo a la economía del país y estimula las operaciones en marcha
a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) creando un fondo
para canalizar en capital riesgo el afán por comprar barato en
España; pone a la venta un 25% del patrimonio del Estado que se
traduce en 15.000 inmuebles (palacios, locales, terrenos…) y se
saca de la manga una medida por la que se otorga la residencia
española a aquellos que adquieran una propiedad de más de 500.000
euros. Una perita en dulce para evasores, blanqueadores de dinero,
etc.
Y
no queda aquí la cosa. Ahorro Corporación acaba de hacer público
un informe que recoge las demandas reiteradas de las organizaciones
empresariales más poderosas, la banca, los políticos neoliberales y
los medios de comunicación a su servicio, como ha sucedido en Grecia
o Portugal: “Los políticos se han acomodado, una vez que los
mercados se están recuperando. El recorte de la administración está
aún por llegar”. Se trata de agilizar la concreción de ese 10% de
medidas que acaba de decirnos la vicepresidenta del Gobierno que
quedan por tomar y que consisten en vaciar y en privatizar lo poco
que le queda al Estado. Por eso han anunciado la reactivación de un
plan de privatizaciones que les permita recaudar 30.000 millones que
nos gastaremos en pagar las deudas contraídas saneando a la banca. Y
vuelta a empezar. Y están en ello. Y ya andan intentando colocar los
aeropuertos, los ferrocarriles (Renfe, Adif y Feve), Aena, lo poco
que le queda de Iberia, Correos, Red Eléctrica, Enagás, Loterías,
Paradores, montes públicos, sanidad, educación… Y hasta estudian
una propuesta de constructoras y concesionarias que han ofertado
14.000 millones por la privatización de la red de carreteras, a
pesar de que Fomento está pensando rescatar las autopistas de peaje
ya que, eso sí, cuando se producen pérdidas y son servicios
esenciales, al Gobierno no le queda más remedio que recuperar el
servicio y sus pérdidas, que en este caso superan los 4.500 millones
de euros.
Y
es que en privatizaciones tienen una experiencia enorme. A pesar de
que Felipe González (aprobó una ley para la enajenación de
empresas públicas) y Zapatero no le hicieron ascos al asunto, fue
Aznar el que entre 1996 y 1998 dejó al país sin las telefonías,
las eléctricas y la banca pública, entre otras, malvendiéndolas
para hacerse con más de 4 billones de pesetas que ya se han
esfumado. Se han esfumado, pero la mayoría de los que contribuyeron
a hacerlo posible hoy se sientan con suculentas remuneraciones en los
consejos de administración resultantes.
Estamos
ante un expolio brutal del Estado, ante la perpetuación de la
dependencia de los poderes económicos, la pérdida de la soberanía
y el desmantelamiento de lo público sin que ninguna de estas
operaciones de privatización o invasión de inversores foráneos
suponga la incentivación de la economía y la creación de empleo.
Vienen a “salvarnos” y nos dejan sin Estado y más pobres.
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