Podemos
permanecer en el conformismo pensando aquello de que
“esto
es lo que hay”. Podemos confiar en nuestros
mandatarios públicos, que
ellos harán lo que es mejor para todos. También podemos opinar y
dar nuestra visión del
pasado, el
presente
y
el
futuro
de
nuestro barrio… Yo
me reconozco humildemente en este último caso y por lo tanto
permítanme
que “vomite”
mi opinión sobre el lugar que me vio nacer y en el que tengo mi
residencia.
El
caso es que vemos
pasar
los años, pero
los avances y mejoras para el pueblo no llegan o
llegan tan lentamente que se hacen imperceptibles.
Nos hacemos mayores y la mayor parte de las nuevas generaciones nacen
con el conformismo inyectado en vena… Nos
quejamos en la barra del bar o la tienda de la esquina, pero nada
más. El
fútbol, las fiestas y otros entretenimientos no son
malos,
todo lo contrario, si no fuera porque sigue ocupando la mayor parte
del interés ciudadano. Lo demás nos sigue preocupando poco, o
simplemente nos absorbe la cotidianidad cuando pensamos en el
presente y futuro de La
Atalaya.
Algunos
tienen ideas vagas o aisladas
sobre las necesidades para un barrio de 4.000 habitantes como el
nuestro, población a la que no llegan muchos municipios. ¿Debemos
esperar algo más de nuestro gobierno municipal respecto a
inversiones, presencia, cuidado, limpieza y respeto a sus vecinos? La
respuesta es que SI.
No
es por envidia, pero sólo hay que darse un paseo por los municipios
del sureste de esta isla para comprobar las dotaciones e inversiones
en barrios de similares características. Pero incluso sin ir tan
lejos podemos comprobar a modo de ejemplo en el municipio -ahora
hermano- de Gáldar, su
actuación respecto a
las instalaciones deportivas. En Gáldar no han dolido los bolsillos
(ni los ombliguismos) en centralizar el grueso de sus instalaciones
deportivas en el barrio de San Isidro, mientras en Guía se han
centralizado en la capital municipal, arrinconadas en el fondo del
barranco, poco
accesible y alejadas del grueso de
la población. La accesibilidad a día de hoy sigue siendo
dificultosa a dichas instalaciones, no
digamos el aparcamiento, lo
que se verá lógicamente agravado con la reciente construcción de
la universidad. Las obras recientemente
iniciadas en dicho acceso universitario así lo confirman. Los
vecinos de Anzo y Montaña de Guía han tenido que esperar a la
construcción del recinto universitario para beneficiarse de un
acceso digno a sus barrios. Quizás
también el lugar elegido para la instalación universitaria no sea
el más correcto, habida cuenta de las obras que ahora se tienen que
acometer, y
las que quedan… Miedo
me da tocar el tema universitario al que parece nadie se atreve a
“toser” públicamente.
Quizás
con el tiempo las citadas instalaciones deportivas acaben siendo
cedidas totalmente a la universidad y se busque una mejor ubicación
geográfica
y
de
accesibilidad
a unas instalaciones pagadas con el dinero de todos, también con el
de los
vecinos de La Atalaya, pero
esta es otra historia.
Claro
que no toda la culpa la tiene la Autoridad Municipal (léase
los diferentes alcalde que han ostentado el cargo los últimos 40
años).
Los vecinos de La Atalaya, que elección tras elección secundan
con su voto esta forma de gobernar -de espaldas al barrio- también
tienen su parte de responsabilidad.
También
los concejales del barrio, que durante todos estos años no han hecho
nada más que levantar su mano en los diferentes Plenos Municipales
para
votar lo que les indicaban,
sin objetar nada -salvo honrosas excepciones que seguro las habrá
habido- por miedo a perder el codiciado sillón municipal. También
las asociaciones vecinales, por haberse convertido en una muleta de
los diversos gobiernos municipales. Y yo mismo -no me duelen prendas
en reconocerlo- por no haber dado
un puñetazo en la mesa cuando pude hacerlo (estando
implicado en dichos movimientos),
en lugar de marcharme a mi casa cuando la soledad y deslealtad me
pudieron. Quizás
estamos necesitados de más auto crítica vecinal y menos
complacencia.
Es
lógico pensar que nadie
vuelca sus
esfuerzos y
políticas a
la hora de gobernar con quien te “regala el voto” y
en La Atalaya se viene regalando el voto desde siempre.
Es
un regalo a
cambio de
unas sonrisas, unas palmaditas; el
llamarte por tu nombre de pila delante de tus vecinos y amigos; y
si
acaso por alguna
que otra
“ayudita”.
Es
desde luego nuestra responsabilidad no ser exigente con quien decide
nuestra calidad de vida y nuestro futuro como pueblo. Algún
día nuestros hijos nos lo podrán tirar a la cara y no tendremos a
quien culpar.
Para
no extenderme en exceso detallaré -desde
mi modesto punto de vista- las necesidades de mi barrio.
Son sólo unas pinceladas de lo que podría abarcar un libro
reivindicativo de abandonos municipales desde el comienzo de los
tiempos:
1.-La
Atalaya está necesitada de una nueva
y
gran
zona verde (en
“las piteras” -todos conocen el lugar- se encuentra el solar
idóneo para ello, creo que hasta con la calificación urbanística
correspondiente) que seguro haría las delicias de los técnicos
municipales durante su redacción, y posteriormente de los vecinos y
visitantes tras su ejecución y durante su disfrute.
2.-La
construcción
de pequeñas de zonas verdes y parques infantiles por todo el barrio,
aprovechando
pequeños rincones y solares municipales ahora degradados.
Es
un barrio muy grande y no tiene sentido que la única zona de
disfrute y esparcimiento esté ubicada en un extremo (la actual Plaza
de San Pedro), con la recuperación de los pilares históricos de La
Atalaya (3 + el actual), así como el plantado
de árboles en avenidas principales y secundarias (sombra, paseo
descanso y bienestar para
nuestros mayores y niños).
3.-Construcción de carriles
bici y peatonales por todo el barrio, así como su conexión con el
resto del municipio y limítrofes; con los centros educativos y
deportivos; con los grandes centros prehispánicos (Cenobio de
Valerón, Cueva Pintada, La Guancha, etc.) y nuestras playas.
4.-Construcción
polideportivo/gimnasio cubierto.
5.-Embellecimiento y remozado
de la entrada principal (construcción de una fuente en rotonda
-homenaje a nuestros antepasados y a la cultura del agua-), remozando
con proliferación de jardinería la que debe ser digna fachada
principal que dé la bienvenida a nuestros visitantes. Hoy es la
parte más fea del barrio.
6.-Recuperación del proyecto
de Centro Cívico en la parcela del Colegio Viejo (teatro,
biblioteca, oficinas municipales, etc.). No parece adecuado que una
población de esta envergadura siga mendigando un centro cívico tan
necesario, tantas veces prometido y otras tantas incumplido.
Podría seguir con toda una
retahíla de reivindicaciones de mejoras; implementación de
servicios; frecuencia de limpieza viaria; limpieza y adecentamiento
de contenedores de basura, así como una correcta redistribución de
los mismos y otra política relacionada con los residuos urbanos;
recogida de trastos; el correcto mantenimiento -a veces deficitario-
de las actuales zonas verdes; así como una batería de propuestas
de optimización, mejora y potenciación de los servicios públicos.
Pero me voy a parar aquí porque ya me han dicho que un día prometí
no hacer más críticas en este sentido y no he cumplido.
Seguro que también a los
pacientes lectores que hayan hecho el esfuerzo de seguirme hasta aquí
en la lectura de mi diatriba reivindicativa se habrán acordado de
otras tantas carencias y necesidades para este abandonado barrio del
norte de Gran Canaria y que aquí omito por no extenderme en exceso.
Créanme si les digo que la
política municipal es algo más que ideología. Si me apuran un poco
les diría que debería estar carente “casi” de ideología,
porque se trata de acometer las necesidades básicas de la población,
de gestionar adecuadamente los recursos públicos y de conciliar la
calidad de vida de los vecinos, puesto que la política municipal es
lo público que se encuentra intensamente vinculado a lo privado.
La Atalaya: mi pueblo, mi barrio, mi olvido…
La Atalaya: mi pueblo, mi barrio, mi olvido…
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