¿Qué
recurso queda a una persona que, después de acudir al amparo de la
justicia, comprueba en sus carnes la frialdad de un sistema que sólo
atiende a los poderosos que tienen recursos para demorar, recurrir y
retorcer los procedimientos hasta obtener su pronunciamiento más
favorable? ¿Qué opciones quedan ahora a una madre que sabe que
puede perder a sus hijos en manos de un padre maltratador? ¿Qué
confianza pueden tener ahora en la justicia las millones de personas
que en estos momentos estén sufriendo el azote de cualquier
delincuente, con parentesco familiar o no, sabiendo que la justicia
es ciega y sorda cada vez más?
Cuando
la justicia no imparte justicia deja muy poco margen de maniobra a
los ciudadanos de a pie y están obligando (indirectamente) a que
cada uno resuelva sus conflictos a su libre albedrío. Peligroso
asunto cuando la población empieza a perder la fe en la justicia y
llevamos unos años viendo mil y una injusticias que quedan sin
respuesta ante la desesperación de la población.
Recientemente
hemos conocido la historia de Ángela
González Carreño, quien
perdió a su hija a manos de su padre, quien la asesino y luego se
suicidó, a pesar de haber recurrido a la justicia 51 veces. Ahora
estamos viviendo el
caso de Juana Rivas, a quien la justicia niega su protección una
y otra vez, obligándole a entregar a sus hijos a un padre
maltratador, sin ni siquiera entrar en el fondo del asunto,
simplemente por detalles y formulismos. El bien mayor que se trata de
proteger que es el de los hijos queda sin amparo y protección,
obligando a la madre a entregar a sus hijos, arriesgándose a no
verlos con vida nunca más.
Cuando
vemos a diario como grandes delincuentes se van de rositas en todos
los procedimientos abiertos contra ellos a fuerza de retorcer la ley,
mientras que los pequeños delincuentes se pudren en cárceles de
toda España, quizás deberíamos empezar a cuestionarnos si es éste
el sistema legal que queremos para nuestro país. Quizás deberíamos
pensar en qué clase de justicia tenemos.
Alguien
debería tomar nota de esta desafección por la justicia en este país
y que podría acarrear que acabásemos siendo “un país sin ley”
en el que cada uno se tomase la justicia por su mano. Vamos camino de
ello… Alguien debería plantearse por qué hay personas que tocan
en la puerta de la justicia y no encuentran respuesta, como es el
caso. Clama al cielo que los tribunales “se la cojan con papel de
fumar” en un caso con menores que pueden ir a parar a las manos de
un maltratador.
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