martes, 30 de enero de 2018

Un par de tibias y una calavera, por Paco Vega

Un par de tibias y una calavera en un fondo de tela negra fue la bandera pirata que aterrorizó los mares del mundo durante los siglos XVII y XVIII. Pues bien, da la impresión de que tremenda arbitrariedad sigue rigiendo el mundo en estos momentos, en el que todo vale para enriquecerse, para hacerse con el poder y para alcanzar notoriedad. La del pirata cojo, con pata de palo, con parche en el ojo y con cara de malo -como dice la canción de Sabina-, parece ser la filosofía que muchos han elegido para manejarse en este mundo de corruptelas y traiciones.


El famoso caso Faycan que estos días se juzga en los tribunales de Canarias, después de doce años de demoras, ha provocado un repaso mental a la retahíla de casos de corrupción que han arrasado esta tierra en los últimos años, y que casualmente ha quedado en casi nada a nivel judicial. “Los piratas” parecen haberse cebado con esta tierra canaria y “sus tesoros”. Casos Arona, Atlante, Bragasgate, Carreteras, Catis, Corredor, El Trompo, Eolo, Faycan, Forum Filatélico, Góndola, Las Teresitas, Lifeblood, Mamotreto, Mercadillos, Montaña Roja, Paraíso, Parking Las Calcosas, Parques Eólicos, Piscina, Salmón, Santa Brígida, Siliuto, Sinpromi, Unión y Valle Gran Rey, son los sonoros nombres dados por la policía a estas investigaciones de corruptelas de “honorables” políticos y “ejemplares” empresarios que encuentran en las trapisondas una buena forma de acrecentar su fortuna personal a costa del maltrato al erario público.

Esto no quiere decir que están todos los que son, pero sí que son todos los que están. La larga lista de casos antes detallados sólo representa la punta de un iceber inmenso de corrupción que amenaza con congelar la vida de los canarios para llenar los bolsillos de unos pocos truhanes. Porque mientras nos encontramos a la cola en los indicadores de todo lo bueno, nos situamos a la cabeza de todo lo malo. También en la corrupción, donde nos situamos en el ranking de cabeza del país. Comprobamos además como los casos que llegan a juzgarse se van “desinflando” por el largo y tortuoso camino judicial, en el que se van descolgando imputados, mientras que las penas para los que finalmente llegan a juicio se van desgranando años de condena, por uno u otro motivo… Es algo que estamos viendo en el Caso Faycan. Y no es que yo tenga especial interés en que den con sus huesos en la cárcel los numerosos truhanes que habitan esta maltratada tierra canaria, pero sí que al menos respondan ante los ciudadanos y la justicia por todas las tropelías realizadas y las riquezas amasadas, unos beneficiándose de obra pública adjudicada injustamente (con sobrecostes añadidos para pagar las corruptelas), y otros con el enriquecimientos ilícito por “las mordidas” recibidas de los que juraron y perjuraron defender el interés público.

Así comprobamos una vez más que, la justicia siempre implacable con el pobre y con el excluido social, es “casi siempre” benefactora y bizca con el ladrón de cuello blanco, con el pirata cojo, con pata de palo, con parche en el ojo y con cara de malo; el viejo truhan, capitán de un barco que tuviera por bandera dos tibias y una calavera.


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