Un par de tibias y una calavera
en un fondo de tela negra fue la bandera pirata que aterrorizó los mares del
mundo durante los siglos XVII y XVIII. Pues bien, da la impresión de que tremenda
arbitrariedad sigue rigiendo el mundo en estos momentos, en el que todo vale
para enriquecerse, para hacerse con el poder y para alcanzar notoriedad. La del
pirata cojo, con pata de palo, con parche en el ojo y con cara de malo -como
dice la canción de Sabina-, parece ser la filosofía que muchos han elegido para
manejarse en este mundo de corruptelas y traiciones.
El famoso caso Faycan que estos
días se juzga en los tribunales de Canarias, después de doce años de demoras,
ha provocado un repaso mental a la retahíla de casos de corrupción que han arrasado
esta tierra en los últimos años, y que casualmente ha quedado en casi nada a
nivel judicial. “Los piratas” parecen haberse cebado con esta tierra canaria y
“sus tesoros”. Casos Arona, Atlante, Bragasgate, Carreteras, Catis, Corredor,
El Trompo, Eolo, Faycan, Forum Filatélico, Góndola, Las Teresitas, Lifeblood,
Mamotreto, Mercadillos, Montaña Roja, Paraíso, Parking Las Calcosas, Parques
Eólicos, Piscina, Salmón, Santa Brígida, Siliuto, Sinpromi, Unión y Valle Gran
Rey, son los sonoros nombres dados por la policía a estas investigaciones de
corruptelas de “honorables” políticos y “ejemplares” empresarios que encuentran
en las trapisondas una buena forma de acrecentar su fortuna personal a costa
del maltrato al erario público.
Esto no quiere decir que están
todos los que son, pero sí que son todos los que están. La larga lista de casos
antes detallados sólo representa la punta de un iceber inmenso de corrupción que
amenaza con congelar la vida de los canarios para llenar los bolsillos de unos
pocos truhanes. Porque mientras nos encontramos a la cola en los indicadores de
todo lo bueno, nos situamos a la cabeza de todo lo malo. También en la
corrupción, donde nos situamos en el ranking de cabeza del país. Comprobamos
además como los casos que llegan a juzgarse se van “desinflando” por el largo y
tortuoso camino judicial, en el que se van descolgando imputados, mientras que
las penas para los que finalmente llegan a juicio se van desgranando años de
condena, por uno u otro motivo… Es algo que estamos viendo en el Caso Faycan. Y
no es que yo tenga especial interés en que den con sus huesos en la cárcel los
numerosos truhanes que habitan esta maltratada tierra canaria, pero sí que al
menos respondan ante los ciudadanos y la justicia por todas las tropelías
realizadas y las riquezas amasadas, unos beneficiándose de obra pública
adjudicada injustamente (con sobrecostes añadidos para pagar las corruptelas),
y otros con el enriquecimientos ilícito por “las mordidas” recibidas de los que
juraron y perjuraron defender el interés público.
Así comprobamos una vez más
que, la justicia siempre implacable con el pobre y con el excluido social, es “casi
siempre” benefactora y bizca con el ladrón de cuello blanco, con el pirata
cojo, con pata de palo, con parche en el ojo y con cara de malo; el viejo
truhan, capitán de un barco que tuviera por bandera dos tibias y una calavera.
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