domingo, 28 de octubre de 2018

Guau, guau, de Paco Vega


Colaboración semanal en el programa Antena Abierta de David Hatchuell (Radio Faycan).
Todos los miércoles a las 13,30 horas plantamos una semillita en forma de opinión.



GUAU, GUAU.


La luz del sol anuncia un nuevo día y me emociono porque sé que llega la hora de salir. Me muevo nervioso por la casa sin poder contener la emoción. Finalmente, se abre la puerta y respiro entusiasta, aliviado y feliz. La suave brisa de la mañana acaricia mi cara, lo que aumenta la sensación de bienestar. Qué suerte poder disfrutar de estos momentos, que suerte vivir y sentir con tanta intensidad.

Doy un pequeño paseo, corto pero muy agradable, todo un placer para los sentidos. Los olores no dejan lugar a dudas. A pesar del calor que se adivina para el resto del día, algo me dice que el verano se ha terminado y entramos en otra estación. Los sonidos también son diferentes, mis amigos los pájaros no dejan de anunciarlo con sus cantos. La calma sería absoluta de no ser por el lejano sonido -casi imperceptibles- de los vehículos en circulación la autovía y el tenue rugir de algún avión muy lejano que apenas logra interferir en la tranquilidad y la paz del momento.

Me pregunto cómo será este mundo cuando desaparezcan los motores de combustión, cuando todos los vehículos sean eléctricos, ¿se imaginan?. No sé cuando llegará pero seguro que mis agudo sentido del oído lo agradecerá, explorando luego nuevos sonidos, ahora ocultos tras el rugir generalizado de motores. Los bellos sonidos de la naturaleza se harán más presentes que nunca. También el aire será mucho más respirable, libre de la contaminación que ahora lo inunda todo aunque no seamos muy conscientes. Mi agudizado olfato entonces también se verá recompensado con nuevos aromas.

Que bueno es vivir intensamente y poder disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Que mágico es el amor por otro ser vivo y disfrutar de su agradable compañía, sin pedir nada a cambio, sin más compensación que tu calor y tu presencia. Que mágica la complicidad de una mirada, de un gesto entre seres que se admiran y se respetan. La complicidad lógica de años de convivencia y cariño.

Y a todas estas llega el momento de regresar a la casa, al dulce hogar. Relajado y tranquilo después del agradable paseo me encamino a mi refugio, con la tranquilidad de saberme querido, con la paz en el corazón de saber que siempre son las pequeñas cosas las que hacen agradable la vida, la de las personas... y la de los perros.

Guau. Guau.


(1) Esta reflexión de mi perro viene a cuento porque estos últimos días he visto algunos vídeos del comportamiento animal con las personas. Concretamente he visto a un toro de lidia que nos lo pintan como un animal poderoso, que lo es, que podría hacerlo por su corpulencia, que un hombre ha criado de pequeño y lo vemos jugar placidamente sin hacerle el más mínimo daño. También un oso tremendo que quintuplica el peso del hombre que lo ha criado desde pequeño, que juega con él y que, a pesar de su corpulencia, que podría aplastarlo en cualquier momento, y unas garras tremendas es incapaz de hacerle el más mínimo daño. También he visto otros con tigres y otros animales que, sin ser domésticos, interactuan y juegan con los humanos. Y por último he visto el de una foca que juguetea con un submarinista, que acaricia y se deja acariciar por el submarinista, jugueteando y arrullándose con él como si fuera un gato.

Todo esto me parece increíble y me lleva a la reflexión de que el ser más cruel y despiadado que existe es el ser humano. Que aquello de animales racionales es una gran mentira, porque a lo largo de la historia hemos demostrado que de racionales tenemos poco, somos lo más cruel y despiadado que existe.

Simplemente quería hacer esta pequeña reflexión en voz alta y para que tomemos buena nota de todo ello y, de paso, recordar aquella canción de Roberto Carlos que dice “Quiero ser civilizado como los animales”.


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