lunes, 19 de febrero de 2018

Defendiendo nuestras riquezas naturales, por Paco Vega.

Tener ojos para ver, y oídos para escuchar es una cualidad poco valorada en esta
sociedad del consumismo, la inmediatez y la superficialidad.

Días atrás se me presentó la ocasión de visitar un enclave natural de nuestro noroeste grancanario. El Charco Azul, en el municipio de Agaete es sin duda un paraíso para los sentidos. Pude disfrutar como un niño de paisajes y naturaleza en su estado natural.

Todo habría sido perfecto de no ser por la mano del hombre que siempre mancha con su torpeza y avaricia lo más sagrado que nos ha dado la madre naturaleza. Me da muchísima rabia empañar lo que podría ser un bello relato de todo un recorrido en el que no se escuchaba otra cosa que el discurrir del agua barranco abajo y cantar de los pájaros, pero ya en el comienzo del camino me costaba dejar constancia de auténticas y bellas postales por culpa de los tendidos de cables sin orden ni concierto que afeaban la idílica estampa y hacía complicado un encuadre perfecto. Una vez adentrados en el barranco que visitábamos pude comprobar que los cables no serían el último atentado medioambiental que nos veríamos obligados a soportar. A lo largo del cauce nos encontramos con varias tuberías de pvc negro que sin el más mínimo interés por camuflar alguien lazó barranco abajo canalizando el líquido elemento, supongo que hacia alguna propiedad privada. Desconozco la legalidad o no de tales tuberías, pero aún con los permisos pertinentes evidencian su total falta de respeto al entorno, que no sólo despliega barranco abajo sin ningún disimulo, sino que en determinado tramo tiende un cable de acero que cruza todo el barranco, supongo que para proteger a la instalación de una posible rotura al quedar expuesta, totalmente colgada sobre el cauce. Alguien, dudo que el titular de la instalación, tuvo el detalle de marcar con una bolsa de plástico el citado cable para que los senderistas no se dejasen el cuello. No dejo constancia fotográfica de tal despropósito -legal o no- para no desmerecer los paisajes idílicos que masacraba tal instalación.


Ya he contado en otras ocasiones los despropósitos que suministradoras eléctricas y telefónicas realizan en todo el paisaje canario, sin el más mínimo respeto y sin otro propósito que la economía de materiales y tiempo. Los atentados al paisaje en nuestra tierra canaria se presentan brutales para cualquier observador atento. Seguro que también los autores del “despropósito canalizador” en este barranco pudieron inferir un menor daño al paisaje a poco que se lo hubiesen propuesto, pero claro, eso significa gastar más dinero y contar con lo único que seguro no tuvieron los instigadores de tal atentado, un mínimo de sensibilidad ambiental.

Por lo demás nada que objetar, es más, diría que demasiado bien cuidado está el entorno para las numerosas visitas que recibe el enclave, muestra sin duda del civismo de los visitantes, que apenas deja ver el sendero practicado entorno a su cauce por el reiterado paso de personas, al margen de lo relatado anteriormente. A pesar de todo pudimos ver maravillosas y sonoras cascadas de agua, a las que tan poco estamos acostumbrados en esta tierra Canaria.

Nos toca a los canarios defender y vigilar con sentido crítico todo atentado a la naturaleza que emborrone lo mejor de nuestro entorno. Sólo así podremos amedrentar y frenar la desmedida ambición de unos cuantos que sólo ven en la naturaleza el provecho propio, sin importarle el daño que con su actuación puede ejercer al paisaje. Daño que en ocasiones se convierte en irreparable.

Me quedo con el saludable paseo y las magníficas postales que pude obtener en este magnífico entorno natural.



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