domingo, 20 de marzo de 2016

A MI PADRE, por Paco Vega

Esta foto tiene unos dos años, pero siempre me gustó  mucho.
Mis hermanos y yo nos preocupamos por él cuando se jubiló hace ya muchos años porque pensábamos que no iba a saber encontrar su sitio -como les pasa a muchos jubilados- y temimos seriamente por su salud, pero él supo reinventarse y adaptarse después de una larga vida de trabajo. Desde el primer momento “tomó posesión” de la cocina, dando rienda suelta a sus dotes culinarias descubiertas y desarrolladas en la mili allá por los años 50 en el Aaiún. De esta manera las tareas de la casa quedaron divididas, de forma que él se ocupaba de la cocina y mi madre del resto de la casa. Así convivieron durante varios años para su felicidad y nuestra tranquilidad, hasta el día en que mi madre sufrió un serio revés de salud que la apartó forzosamente de los quehaceres diarios y que mermó su vitalidad natural. Desde entonces él se hizo cargo de todas las tareas de la casa y además de la salud y calidad de vida de mi madre. Cuidar de su mujer se convirtió desde entonces en su principal dedicación a tiempo completo. Incluso se ocupó de la tarea del baño y aseo diario cuando por festivo u otras eventualidades los servicios sociales dejaban de cubrir los servicios que tenía asignados (Dios bendiga a las políticas sociales impulsadas desde los Ayuntamientos y que se mantienen contra viento y marea). Lo mismo estaba pendiente de su medicación que de sus revisiones y citas médicas, y así durante catorce años hasta el fallecimiento de mi madre en diciembre de 2010.