Hace
cuarenta y tres años, concretamente
en
1978, se formaron dos equipos de lucha canaria entre aficionados
con
motivo de la celebración de la primera “Fiesta
del Socio”
de
la Sociedad
Deportiva Recreativa Cultural de La Atalaya,
entre
otros muchos eventos.
Santiago Cruz (Chago)
y
Jacinto Rivero fueron
los
precursores de
la idea, a la que luego se fueron sumando otros socios y vecinos,
con la inestimable colaboración del C.L. Ramón Jiménez de Guía,
que cedió la equipación de brega para el
evento.
La citada
luchada
tuvo gran
repercusión y
fue todo
un éxito
de público
que abarrotó el Colegio Viejo de La Atalaya, lugar de
celebración.
La anécdota previa a la jornada la protagonizó la
conformación del
terrero improvisado
en el patio del colegio,
ya
que la arena para el mismo hubo de ser transportada
en
sacos, a
hombros
de
los propios
vecinos,
por
la imposibilidad de acceder ningún vehículo al lugar.
La luchada fue, sin lugar a dudas, el colofón final a varias semanas
de actos y actividades de todo tipo, aunque
nadie
esperaba la
respuesta
masiva
de público a
este acto.
La
luchada se celebró un domingo a medio día del mes de mayo, con las
instalaciones
del citado colegio a rebosar. Los propios luchadores (todos
aficionados) no daban crédito, por
lo que
asistían sorprendidos a
la expectación
desatada.
La luchada por tanto, fue todo un éxito y se convirtió -sin querer-
en el momento estelar de aquellas fiestas, siendo
posteriormente el
germen de lo
que luego sería el
C.L. Atalaya.
Unas
personas
se pusieron entonces a la tarea
de formar un equipo, acorde con la gran
tradición luchística
del Norte grancanario.
Jesús
Jiménez
y Santiago Cruz
fueron dos de los
emprendedores de esta ilusionante iniciativa, a
la que se fueron sumando
directivos y
colaboradores, así como
luchadores, unos
nóveles y otros ya iniciados en la práctica del vernáculo deporte,
que hicieron que en el entorno
luchístico empezara a sonar el
nombre de
La Atalaya.
Ese
mismo año comenzaron los
entrenamientos, para lo que se
volcó un camión de arena en
una esquina de campo de fútbol de La
Atalaya
-a modo de terrero-
junto al vestuario de los
árbitros, alumbrados por solo
bombillo cuando caía la tarde.
Así
empezó la historia de este
desaparecido club de lucha del
Norte grancanario. Era
tanta la afición e ilusión que desató aquel equipo que, hasta los
entrenamientos empezaron a
contar con público, los cuales
disfrutaban de las evoluciones de los luchadores sobre la arena.
El
Club de Lucha Atalaya tramitó
su alta federativa
y comenzó su andadura, tanto
con luchadores locales como foráneos que se fueron incorporando al
equipo.
No fueron pocos los que se pasaron del fútbol a la lucha canaria en
aquella época, atraídos sin duda por la emoción de un deporte de
contacto eminentemente canario. La
primera equipación llegó de la mano y el trabajo de la insigne
costurera Zoila Aguiar, que
vistió
a varias generaciones de atalayenses. El
club llegó
a ser campeón de primera categoría con José Miguel Rodríguez
Trujillo (Pollo de la Plaza II)
como
puntal
del
equipo,
al frente de una larga lista de buenos luchadores que
se fueron incorporando a lo largo del tiempo y
que
se
haría
interminable
citarlos
a todos en este
sencillo recordatorio.
El
equipo juvenil
alcanzó
también
el
campeonato
de la zona y un subcampeonato insular,
en
el que tuvieron que enfrentarse al
Roque Nublo del
Cruce de Arinaga,
en
el que
ya
comenzaba a despuntar
el gran Loreto IV.
Fueron
también
muy
nombradas
las luchadas celebradas
con motivo de las fiestas, con
la participación -como
refuerzo- de
luchadores
de
la talla de
Melquiades
Rodríguez, Antonio
Hernández (El Palilla),
los
hermanos Loreto (Juan
y
Paco)
y
Julio
Hernández
(Pollo
del Callejón
II),
época
en la que La Atalaya se convirtió en un potente polo de
atracción luchística
de
Gran
Canaria.
Sin
embargo siempre fue llamativo
que un equipo con esos
méritos y
en tan poco tiempo no tuviese
ni siquiera terrero
de lucha, pero
así de extrañas
son las
cosas en la
Atalaya... Inicialmente
se celebraron
luchadas en el propio “campo de entrenamiento” (esquina del campo
de fútbol), a la que se le incorporó
posteriormente un
pequeño graderío de madera. Cuando
la asistencia de público se preveía importante se
aprovechaba parte del graderío
existente en otro extremo del
campo de fútbol, al que
se le añadían sillas para los espectadores.
Posteriormente
las luchadas de campeonato se trasladaron
al terrero Fernando
Navarro Valle (hoy Salustiano Álamo) de
Guía. Posteriormente
en La Atalaya se llegó a
construir un pequeño terrero
de luchas,
cerca del campo de fútbol,
pero que
“misteriosamente” se construyó
sin reunir las medidas
reglamentarias, por lo que fue
un auténtico fiasco
para afición y luchadores, así
como un
despilfarro económico
sin precedentes.
Nunca llegó a celebrarse una luchada en el citado terrero, al
margen de la propia
jornada inaugural...
Recientemente se ha procedido a
su demolición parcial, después
de años de abandono, para la
construcción de un local social, actualmente también
paralizado por problemas con la
constructora… El resto de la
historia ya lo conocen... El
equipo acabó desapareciendo -por
razones que no son objeto del presente-
y
la
fructífera cantera de luchadores acabó fichando en
otros equipos de la zona para
tristeza de la afición local.
Un
club de
corta vida pero
con una
historia intensa,
a
nivel deportivo
y
sentimental. El
equipo destacó especialmente
por su labor de cantera, llegando
a incorporar
luchadores
del
vecino barrio de Becerril e
incluso de Montaña Alta.
Isaac
Estévez solía decir: en
aquellos
tiempos
me iba a Roque Prieto, movíamos cuatro callaos
y me salían “un ganao” de chiquillos para luchar...
Entrenadores
como Francisco
Castellano (Pancho
Castellano),
Santiago
Moreno
(el
cubano),
Manuel
González, “lito”
(El
Guajiro),
Manuel
Santiago
(Manolo
el
gitano)
y
el propio
Isaac Estévez (el
chapi), fueron
“los
artesanos” de grandes luchadores y sus
gestas, que
por
supuesto conformaron una gran
cantera luchística.
Vaya
desde aquí el reconocimiento público
a todos los
luchadores,
entrenadores
y directivos
que
formaron parte de ese equipo humano
por
su por
su voluntad,
esfuerzo
y tesón, a veces en condiciones muy
desfavorables
para
la práctica de la lucha,
pero
que consiguieron
llevar
al C.L. Atalaya a lo más alto del panorama luchístico canario.
Sirvan
estas humildes letras como homenaje tardío a ese trabajo y
dedicación, especialmente
para los que
ya no están entre nosotros. Gracias de corazón.
*Agradecimiento
especial a Juan Lázaro García Vega
y a Isaac Estévez por su participación directa en la historia del
club, así como sus
aportaciones
para
la edición del presente texto.