La profundización democrática es un caballo de batalla del que nunca podemos bajarnos, a no ser que estemos dispuestos a retroceder en derechos y libertades.
Entre los años 1.954 y 1.966 estuvo en funcionamiento lo que se conocía oficialmente como Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, ubicada en el municipio de Puerto del Rosario, en la isla de Fuerteventura. La citada Colonia, aunque creada inicialmente como centro de “reeducación” en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes, previamente modificada en el espíritu represor del régimen para incluir a los homosexuales en este concepto, no era otra cosa que un campo de concentración y trabajos forzados. La represión de la homosexualidad era entonces marca del franquismo, por lo que este centro se convirtió por aquellos años en el principal centro de confinamiento, tortura y maltrato para los que entonces eran mal vistos por su condición sexual, real o presunta, en función del canon establecido, en el que la doctrina católica imponía la heterosexualidad como único modelo aceptable.
Aquella abominable Ley permitía la reclusión de uno a tres años a las personas homosexuales, que eran considerados un peligro social. Bajo la norma de 1.954, homosexuales y transexuales fueron confinados en las citadas Colonias, en las que eran sometidos a condiciones inhumanas, trabajos hasta el agotamiento, palizas y hambre, e incluso prostitución a cambio de comida. Se conoce la existencia por aquella época en Canarias de otros campos de similares características.
El citado centro de tortura albergó entre 80 y 100 homosexuales durante los años de funcionamiento, además de otros presos comunes y políticos. Y no hace tanto tiempo, puesto que este centro cerró sus puertas en 1.966. Es decir, que hasta hace bien poco, a los que no cumplían los cánones sexuales que dictaba el régimen represor eran perseguidos, maltratados y encerrados, por “simple delito” de sentir o amar fuera de los cánones establecidos.
Esta amplia introducción a mi comentario de hoy, no tiene otro objetivo que el de refrescar la memoria de tanto “desinformado” (entre muchas comillas) que, al calor de las mentiras y bulos que recorren medios de comunicación y redes sociales, promovidos por determinados partidos e intereses, seducen a la ciudadanía por la simpleza de sus argumentos. Sorprende por ello leer en redes sociales a familiares del colectivo LGTBI aplaudir con entusiasmo proclamas franquistas de quien persiguió, reprimió y encarceló a ese colectivo. Incluso he visto vitorear a determinados miembros de este mismo colectivo a estas sectas o partidos tardo-franquistas. Algo que únicamente puede estar motivado por el brutal bombardeo y blanqueamiento de estos seudo-partidos, especialmente dirigido a un sector de la sociedad muy desinformada y totalmente despreocupada de lo que realmente significa esta involución democrática.
El franquismo sumió a España en la más absoluta miseria social y económica durante los cuarenta años de dictadura, excepto para los cuatro poderosos privilegiados que la apoyaron, y de la que luego se beneficiaron para enriquecerse.
A pesar de las carencias actuales y de una más que necesaria profundización democrática, hay que reconocer que hemos avanzado mucho respecto a aquellos oscuros años de nuestra historia, pero no debemos confiarnos y bajar la guardia, en el convencimiento de que una involución democrática es posible. Que le pregunten a los italianos, donde la extrema derecha está haciendo auténticos estragos en retrocesos democráticos.
Por tal motivo me sigue pareciendo asombroso, únicamente explicable desde la ignorancia, que nadie del colectivo LGTBI y su entorno familiar reivindique políticas ni partidos que propongan un retroceso histórico de derechos y libertades, especialmente en lo referido a la libertad sexual.