jueves, 1 de octubre de 2020

El fascismo los arrojó a la Marfea, por Paco Vega


Este lugar costero de la capital grancanaria, al final de la playa de La Laja, conocido como la Marfea, fue uno de los lugares elegidos por los falangistas para eliminar a multitud de inocentes por el simple hecho de pensar diferente o soñar con mejorar las penosas condiciones de vida de los canarios. Otros eran desaparecidos mar adentro, después de ser embarcados, amarrados de pies y manos. Otros lo fueron en la famosa Sima de Jinámar, en pozos abandonados de toda la geografía grancanaria y en fosas comunes improvisadas en montes y barrancos. El genocidio criminal fue planificado meticulosamente mediante la confección de listas negras, meses antes del golpe de estado, y se prolongó durante muchos años. En esta aniquilación premeditada e injustificada, en ausencia de enfrentamiento bélico. Llama especialmente la atención el protagonismo de la oligarquía local, que encabezó de forma notable la represión fascista y criminal en las islas.

Lo primero que llama la atención al llegar a la Marfea, lugar en el que tantos inocentes fueron asesinados arrojándolos al mar -unos con vida y otros previa ejecución al borde del acantilado- es la altura del acantilado y la fuerza con la que baten las olas. Al acercarse al borde e imaginar la tragedia que vivieron las víctimas uno no puede evitar sentir el vértigo del los terribles crímenes de odio.

Lo segundo es un sentimiento de tristeza al levantar la vista y comprobar la desproporción entre los dos monumentos erigidos en el lugar, separados por apenas ciento cincuenta metros: uno modesto y sencillo dedicado a las víctimas de la represión fascista, con dos piedras de menos de dos metros de altura y una placa tallada; y otro impresionante, una escultura de nueve metros de altura con forma humana, monumento a tritón. El coste del primero se adivina modesto, instalado hace apenas dos años; mientras que el segundo (homenaje a la deidad marina) se presupuestó en trescientos mil euros, según la prensa de la época.

No debo recrearme en el relato de la crueldad y el odio vertido sobre el pacífico pueblo canario, trabajadores en su mayoría, pero tampoco quiero pasar por alto el silencio cómplice y el manto de olvido tejido sobre las víctimas. Este silencio viene a escenificarse en el tamaño de estos dos monumentos; uno desproporcionado, capricho de algún político, junto a otro modesto, homenaje sin embargo a un monstruoso genocidio fascista.


Es muy difícil que se pu
eda recuperar los restos de estos crímenes en el fondo marino de la Marfea debido al paso de los años, a la batiente del mar en este lugar y a las conocidas corrientes marinas de la zona, aunque deberán ser los expertos los llamados a opinar sobre el asunto. Sin embargo siguen habiendo miles de cuerpos enterrados por toda la geografía canaria, perfectamente localizados, de los que hasta ahora nadie ha querido saber, algunos de ellos en fosas comunes del propio Cementerio capitalino (para vergüenza municipal), a los que no se ha devuelto el respeto y la dignidad debida. En este punto hacer una excepción a las actuaciones acometidas años atrás en los pozos del Llano de las Brujas y de Tenoya, con 24 y 14 cadáveres recuperados respectivamente.

La ofensa a las víctimas se causó el mismo día de su injustificado asesinato tras el golpe de estado, con el abuso, violación y persecución simultánea o posterior de sus familias, pero ahora también se las ofende con el olvido institucional. Es por tanto asignatura pendiente el restablecimiento de la memoria y dignidad de las víctimas del GENOCIDIO CANARIO.

En este caso NO HAY MÁS HERIDAS ABIERTAS QUE LA RECUPERACIÓN DE LAS VÍCTIMAS, LA REPARACIÓN DE SU DIGNIDAD Y LA DE SUS FAMILIAS. Todo lo demás son retazos de la mezquindad humana.



Leyenda en el monumento de la Marfea:

El monumento es un homenaje a todas las personas inocentes represaliadas y arrojadas al mar por el fascismo a partir de 1936 en la Marfea.



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