En estas fiestas entrañables de luces, colores y celebraciones, permítanme un punto y aparte para contarles un cuento para niños.
Se titula:
Un país de ratones, por Paco Vega
Érase una vez un país de ratones gobernado por gatos. Unas veces gatos negros y otras gatos blancos, pero gatos al fin y al cabo, y que por supuesto hacían políticas para gatos. A veces también entraban en el juego gatos pardos. Los gatos blancos eran mucho más bonitos y amables que los gatos negros, hasta su maullar era mucho más dulce, pero gatos al fin y al cabo, que siempre acababan aprobando leyes muy ventajosas para los gatos, y por consiguiente perjudiciales para los ratones.
Recientemente unos pocos ratones tuvieron el atrevimiento de intentar entrar en un gobierno de gatos blancos, y tanto se empeñaron hasta que lo consiguieron. Se formó una buena carajera en la madriguera. Los bufidos por parte de algunos gatos blancos y la mayoría de gatos negros asustaba. Recibieron zarpazos y empellones de los gatos negros y sus amigos, pero también de sus socios de gobierno, los gatos blancos.
La experiencia no fue del todo mal, habiendo conseguido algunas mejoras para los ratones, hasta entonces impensables, pero hay que reconocer que no les resultó fácil salir vivos de aquella madriguera llena de trampas. Y es que los gatos no están acostumbrados a que les contradigan, y menos los ratones, por eso a veces se enfadaban y pactaban leyes con los gatos negros a espaldas de los ratones. A los ratones les recriminaban entonces que hacían mucho ruido. Vaya usted a saber qué es eso en el mundo de los silenciosos gatos de andar cadencioso y mullido. Sin embargo lo que más se oía eran los bufidos de los gatos. Era una forma de expresar su desagrado por la presencia de ratones en el Gobierno, sobre todo porque evidenciaban como nunca su condición de gatuna, ante una población mayoritaria de ratones.
Cuando se escuchó el bufido característico de determinados miembros del gobierno gatuno, debieron presagiar que podían estar en peligro. El lomo curvado y las uñas fuera del Presidente Gobierno y de algunos ministros presagiaban lo peor. En la progresía mediática también tocaban tambores de guerra. Se desconoce si es que los gatos blancos volvieron a su esencia (cosas de la madre naturaleza), o que simplemente escucharon la voz de su amo retumbar al fondo de la caverna.
Los gatos, hartos de debatir con ratones, planearon expulsarlos del gobierno de forma sutil, confabulándose para ello con parte de los propios ratones, los hámster, para que la totalidad de roedores no se percatase de la estrategia. Los gatos blancos se volvieron a dejar crecer las uñas y los bigotes, al tiempo que se encorvaban de forma agresiva. Cada día costaba más que los gatos llevasen al parlamento de la madriguera los pactos firmados previamente con los ratones. Y claro, como los ratones eran minoría acabaron siendo expulsados, quedando sólo los cariñosos hámsters en el seno del Gobierno. Y es que por muy lindos y cariñosos que parezcan los gatos blancos no dejan de ser gatos, y los gatos normalmente comen ratones. Ya veremos si los hámsters acaban o no en el estómago de los gatos blancos.
Es evidente que los gatos, ya sean blancos o negros, prefieren gobernar en solitario, o en cualquier caso con gatos pardos, dirigiendo en exclusiva las políticas de gatos y ratones. Es lógico pensar que los gatos blancos en un gobierno exclusivo de gatos no tendrían muchos problemas para pactar políticas de gatos con sus congéneres, por muy negros o pardos que sean, y de hecho ya lo hacen habitualmente, los matices es lo de menos, pero pactar con ratones son palabras mayores.
Ahora a los ratones no les queda otra que empoderarse y utilizar toda su inteligencia para hacer entender a los los ratones que son eso, ratones. Sucede que, a determinados ratones se les engaña haciéndoles creer que son gatos y, parece mentira, pero algunos hasta terminan maullando. Y es que no son pocos los ratones que viven pensando que los gatos velan mejor por los intereses de los ratones. Fantasías de roedores...
El problema, estimados roedores, es que casi la totalidad de los medios de comunicación, a través de los cuales se informan los ratones, están gestionados por gatos negros y blancos, que “ronronean” y maúllan en favor de sus congéneres gatunos, que sólo obedecen a la voz grave y profunda de su amo que, desde el fondo de la caverna, les ordena el proceder en cada momento, mientras hacen sonar una dulce y embriagadora flauta que mantiene distraídos a los confiados ratones.
Y colorín colorado, este cuento amalgamado se ha terminado…
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