Desde
que el pasado viernes 17 de marzo se
hiciera pública la carta del presidente Pedro Sánchez al Rey de
Marruecos han sido numerosas y dispares las reacciones que ha
desatado, aunque la mayoría de ellas coinciden en la crítica
en el fondo y en la forma.
El
debate está servido y ya hay quien lee esta noticia en clave
mundial, buscando las conexiones de este anuncio con las alianzas
geopolíticas internacionales en torno a la crisis de Ucrania.
La
solución al conflicto: ¿política o Derecho?
La
primera pregunta que debemos hacernos para entender el alcance de
este movimiento, del que no puede dudarse el impacto político, es si
la solución al conflicto del Sáhara Occidental puede venir desde la
política de espaldas al Derecho Internacional.
Desde
que se hiciera pública la toma de partido de Pedro Sánchez, han
sido muchos los que han señalado la incoherencia de defender
el Derecho Internacional y la soberanía nacional en Ucrania. Sin
embargo, al igual que hicimos cuando Trump
anunció el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el
territorio, es necesario recordar que a pesar de la interrelación
entre la política y el Derecho Internacional, este pronunciamiento
no cambia la naturaleza jurídica del conflicto ni de su solución.
Así,
es necesario aludir a los aspectos fundamentales que determinan el
marco jurídico aplicable para la resolución del conflicto: la
naturaleza del territorio, la representación legítima de su
población, el marco legal aplicable para su resolución y el rol de
España.
El
territorio del Sáhara Occidental es un Territorio No Autónomo, y
por tanto, según las resoluciones de Naciones Unidas (Resolución
2625 (XXV) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el
24 de octubre de 1970) su naturaleza solo cambiará cuando “el
pueblo de la colonia o el territorio no autónomo haya ejercido su
derecho de libre determinación de conformidad con la Carta y, en
particular, con sus propósitos y principios» (p. 174).
Esta
naturaleza ha sido reiterada por parte del asesor jurídico de
Naciones Unidas, Hans Corell (S/2002/161),
por ejemplo, o en las distintas sentencias de los tribunales europeos
al
hilo de la legalidad de la explotación de los recursos naturales del
territorio.
Esta
naturaleza del territorio define también el estatus de las partes, y
concretamente la naturaleza de la presencia marroquí en el
territorio como una ocupación (ver Resoluciones Res
UNSC 377/1975 y Res
UNGA 34/37 de 1979 y nuestro
análisis previo).
Estas
mismas sentencias también dejan claro que el representante legítimo
del pueblo saharaui es el Frente Polisario (Sentencia
del TG de 29 de septiembre 2021) y que, por tanto, cualquier
decisión que afecte al bienestar del pueblo saharaui, a la gestión
de sus recursos naturales o a la determinación de su futuro debe de
pasar por la consulta a su representante legítimo.
Dada
la naturaleza del territorio y el estatus de las partes, no cabe otro
marco para la resolución del conflicto que el establecido por el
Derecho Internacional y las resoluciones de Naciones Unidas, y este
pasa por la realización del derecho de autodeterminación del pueblo
saharaui.
Sin
embargo, no ayuda a aclarar este marco la laxidad en el uso del
lenguaje por parte de la propia ONU, que ha ido modificando su
formulación para la solución al conflicto desde la defensa tajante
de la autodeterminación (véase, por ejemplo, la Resolución
621 de 1988), a la búsqueda de una "solución política que
sea mutuamente aceptable” (por ejemplo, la
Resolución 1541 de 29 de abril de 2004) o la apelación a un
“proceso político bajo sus pautas” del portavoz de la ONU,
Stéphane Dujarric, en su reacción al movimiento del Gobierno
español.
Por
último, la condición jurídica del territorio marca también la
naturaleza de España como potencia administradora del territorio,
aunque los distintos Gobiernos españoles hayan tratado de desligarse
de su responsabilidad.
¿Una
traición nueva o una nueva traición?
Teniendo
en cuenta los fundamentos jurídicos aplicables, ¿cuál es la
repercusión real del anuncio del presidente Sánchez? El
Frente Polisario recuerda que este posicionamiento no cambia el
estatus del territorio ni la responsabilidad de España, mientras
que hay quien afirma que este anuncio no supone cambio, ya que la
traición del PSOE se remonta a la época de Felipe González.
Si
bien es cierto que el Partido Socialista hace tiempo que se alineó
con la propuesta marroquí, nunca hasta ahora se había realizado un
posicionamiento oficial que contraviniese la tradicional “neutralidad
activa” de la postura española. Por eso, muchas de las críticas
se dirigen a la forma en la que se ha realizado este cambio, sin
informar ni a los socios del gobierno de coalición, ni a la
oposición, ni a la ciudadanía.
Las
críticas más tibias solo reprochan a Pedro Sánchez la forma en la
que se ha comunicado esta decisión, alegando que, dado su calado,
debería haber sido comunicada de forma consensuada y transparente, y
no como reacción a la publicación de la misiva por parte de
Marruecos.
Sin
embargo, estas posiciones ignoran que este cambio de rumbo, además
de contravenir el posicionamiento histórico de la política exterior
española y las ya mencionadas bases del derecho internacional,
contradice el propio programa electoral del partido socialista de
2019, que
en su página 286 prometía respetar el principio de
autodeterminación del pueblo saharaui), por lo que sus bases y
sus votantes deberían también reclamarle explicaciones, no solo en
la forma, sino en el fondo.
¿Estrategia
de política nacional o alianzas internacionales?
Así
las cosas, muchos se preguntan por el por qué de este cambio y el
por qué ahora, cuando más necesario es estrechar los lazos con
Argelia, aliado histórico del pueblo saharaui. Mientras que el
argumento oficial que se desprende de los fragmentos filtrados de la
misiva y de las declaraciones de algunos miembros del partido apuntan
a la necesidad de cerrar la crisis diplomática con Marruecos, es
necesario analizar la repercusión global de esta decisión para
saber si responde a una estrategia de política nacional o a alianzas
estratégicas internacionales.
En
primer lugar, es necesario recordar que Marruecos reconoció que el
origen de esta crisis diplomática no
fue por la atención hospitalaria del lider del Frente Polisario
Brahim Ghali, sino por el posicionamiento español tras el
anuncio de Trump del reconocimiento de la soberanía sobre el
territorio.
En
esta clave, la decisión adoptada por el Gobierno de Pedro Sánchez
supondría
una cesión al chantaje marroquí para iniciar otra crisis con
Argelia,
quien asegura no haber sido informada de este viraje.
Además,
desde la oposición le recriminan al Gobierno que no se haya
informado en sede parlamentaria de este cambio e incluso sus socios
de Gobierno han pedido la comparecencia
del presidente para dar explicaciones de este cambio.
Las
manos que mueven los hilos
Sin
embargo, ya hay quien ve en este giro un interés que va más allá
de un intento por solucionar una crisis bilateral, un cambio que
responde a intereses geopolíticos más amplios.
En
primer lugar, resulta difícil desligar cualquier decisión actual de
la crisis ucraniana. No en vano, es bueno recordar que Marruecos
se abstuvo en la votación contra Rusia en la Asamblea General,
consciente de la relación de Argelia con Rusia y del papel del país
asiático en la región.
Otras
voces apuntan a que España sigue así los pasos de EE. UU. y de
Alemania para descongelar las relaciones con Marruecos y reforzar así
la alianza con quien entienden que es un socio clave en la región.
Merece
la pena señalar que también en el caso de Alemania fue Marruecos el
que filtró una misiva del recién elegido canciller para dar cuenta
de lo que entendía como un respaldo a su plan de autonomía, a pesar
de que Alemania
afirma no haber variado su postura oficial respecto al conflicto.
Lo que resulta difícil de entender, en cualquier caso, es el momento
elegido para este cambio de postura, cuando la alianza
con Argelia es estratégica en la crisis energética europea.
Ante
estos interrogantes es lógico preguntarse quién es el principal
impulsor de esta medida, y todo apunta en dos direcciones: EE. UU. y
Francia. Ambos países tienen intereses claros en la región, y no es
la primera vez que el conflicto del Sáhara Occidental se cuela en
las claves geopolíticas de la zona y especialmente en la repercusión
de las relaciones de EE. UU., Rusia y China.
Por
otro lado, Francia es el principal valedor de la postura marroquí, y
la sintonía entre el Gobierno español de Pedro Sánchez y el
presidente Macron fue evidente en la reunión del pasado 15 de marzo,
justo antes del anuncio de este cambio de postura.
Mensajes
al pueblo saharaui
De
lo que no cabe duda es de que esta situación da un mensaje claro al
pueblo saharaui y al Frente Polisario. En primer lugar, queda patente
que no todas las guerras son iguales y que la repercusión política
y social de los conflictos está condicionada por cuestiones como la
raza
y la cercanía cultural, y sobre todo, por los intereses económicos.
La
apuesta del pueblo saharaui por una solución pacífica a un
conflicto que dura más de 46 años solo les ha llevado al ostracismo
y al bloqueo mediático, roto únicamente cuando la violencia ha
escalado en el territorio. Así, es difícil que la apuesta por la
paz se mantenga, sobre todo entre las generaciones saharauis más
jóvenes.
Por
otro lado, la incoherencia en la aplicación del Derecho
Internacional lleva al pueblo saharaui a desconfiar de la comunidad
internacional, que ve cómo Marruecos viola el derecho de forma
recurrente e incluso los propios acuerdos firmados sin ninguna
repercusión ni legal ni política.
Y
por último, el tercer mensaje que esta situación envía al pueblo
saharaui es que no puede confiar en la clase política española. A
diferencia de otros países como Portugal, que hicieron de la
descolonización de Timor Este una apuesta nacional hasta que se
solucionó en conflicto con Indonesia, todos los partidos políticos
españoles se han caracterizado por defender una postura en torno al
Sáhara Occidental desde la oposición y la contraria desde el
Gobierno.
A
pesar de las críticas de sus socios de Gobierno y de los partidos
que facilitaron la investidura, es poco probable que su reacción
vaya más allá de declaraciones mediáticas y alguna pregunta en
sede parlamentaria.
Y
como decía el recién fallecido Desmond Tutu: “Si eres neutral en
situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Parece
claro que cada vez son más los que eligen el “lado del opresor”
y sólo resta ver cómo reacciona el pueblo oprimido.
*De muy recomendable lectura👇
https://theconversation.com/claves-para-entender-la-decision-de-espana-sobre-el-sahara-que-y-quien-esta-detras-179672