miércoles, 10 de marzo de 2021

Breve reseña histórica del desaparecido Club de lucha Atalaya, por Paco Vega


Hace cuarenta y tres años, concretamente en 1978, se formaron dos equipos de lucha canaria entre aficionados con motivo de la celebración de la primera “Fiesta del Socio” de la Sociedad Deportiva Recreativa Cultural de La Atalaya, entre otros muchos eventos. Santiago Cruz (Chago) y Jacinto Rivero fueron los precursores de la idea, a la que luego se fueron sumando otros socios y vecinos, con la inestimable colaboración del C.L. Ramón Jiménez de Guía, que cedió la equipación de brega para el evento. La citada luchada tuvo gran repercusión y fue todo un éxito de público que abarrotó el Colegio Viejo de La Atalaya, lugar de celebración. La anécdota previa a la jornada la protagonizó la conformación del terrero improvisado en el patio del colegio, ya que la arena para el mismo hubo de ser transportada en sacos, a hombros de los propios vecinos, por la imposibilidad de acceder ningún vehículo al lugar. La luchada fue, sin lugar a dudas, el colofón final a varias semanas de actos y actividades de todo tipo, aunque nadie esperaba la respuesta masiva de público a este acto.

La luchada se celebró un domingo a medio día del mes de mayo, con las instalaciones del citado colegio a rebosar. Los propios luchadores (todos aficionados) no daban crédito, por lo que asistían sorprendidos a la expectación desatada. La luchada por tanto, fue todo un éxito y se convirtió -sin querer- en el momento estelar de aquellas fiestas, siendo posteriormente el germen de lo que luego sería el C.L. Atalaya.

Unas personas se pusieron entonces a la tarea de formar un equipo, acorde con la gran tradición luchística del Norte grancanario. Jesús Jiménez y Santiago Cruz fueron dos de los emprendedores de esta ilusionante iniciativa, a la que se fueron sumando directivos y colaboradores, así como luchadores, unos nóveles y otros ya iniciados en la práctica del vernáculo deporte, que hicieron que en el entorno luchístico empezara a sonar el nombre de La Atalaya.

Ese mismo año comenzaron los entrenamientos, para lo que se volcó un camión de arena en una esquina de campo de fútbol de La Atalaya -a modo de terrero- junto al vestuario de los árbitros, alumbrados por solo bombillo cuando caía la tarde. Así empezó la historia de este desaparecido club de lucha del Norte grancanario. Era tanta la afición e ilusión que desató aquel equipo que, hasta los entrenamientos empezaron a contar con público, los cuales disfrutaban de las evoluciones de los luchadores sobre la arena.

El Club de Lucha Atalaya tramitó su alta federativa y comenzó su andadura, tanto con luchadores locales como foráneos que se fueron incorporando al equipo. No fueron pocos los que se pasaron del fútbol a la lucha canaria en aquella época, atraídos sin duda por la emoción de un deporte de contacto eminentemente canario. La primera equipación llegó de la mano y el trabajo de la insigne costurera Zoila Aguiar, que vistió a varias generaciones de atalayenses. El club llegó a ser campeón de primera categoría con José Miguel Rodríguez Trujillo (Pollo de la Plaza II) como puntal del equipo, al frente de una larga lista de buenos luchadores que se fueron incorporando a lo largo del tiempo y que se haría interminable citarlos a todos en este sencillo recordatorio. El equipo juvenil alcanzó también el campeonato de la zona y un subcampeonato insular, en el que tuvieron que enfrentarse al Roque Nublo del Cruce de Arinaga, en el que ya comenzaba a despuntar el gran Loreto IV.

Fueron también muy nombradas las luchadas celebradas con motivo de las fiestas, con la participación -como refuerzo- de luchadores de la talla de Melquiades Rodríguez, Antonio Hernández (El Palilla), los hermanos Loreto (Juan y Paco) y Julio Hernández (Pollo del Callejón II), época en la que La Atalaya se convirtió en un potente polo de atracción luchística de Gran Canaria.

Sin embargo siempre fue llamativo que un equipo con esos méritos y en tan poco tiempo no tuviese ni siquiera terrero de lucha, pero así de extrañas son las cosas en la Atalaya... Inicialmente se celebraron luchadas en el propio “campo de entrenamiento” (esquina del campo de fútbol), a la que se le incorporó posteriormente un pequeño graderío de madera. Cuando la asistencia de público se preveía importante se aprovechaba parte del graderío existente en otro extremo del campo de fútbol, al que se le añadían sillas para los espectadores. Posteriormente las luchadas de campeonato se trasladaron al terrero Fernando Navarro Valle (hoy Salustiano Álamo) de Guía. Posteriormente en La Atalaya se llegó a construir un pequeño terrero de luchas, cerca del campo de fútbol, pero que “misteriosamente” se construyó sin reunir las medidas reglamentarias, por lo que fue un auténtico fiasco para afición y luchadores, así como un

despilfarro económico sin precedentes. Nunca llegó a celebrarse una luchada en el citado terrero, al margen de la propia jornada inaugural... Recientemente se ha procedido a su demolición parcial, después de años de abandono, para la construcción de un local social, actualmente también paralizado por problemas con la constructora… El resto de la historia ya lo conocen... El equipo acabó desapareciendo -por razones que no son objeto del presente- y la fructífera cantera de luchadores acabó fichando en otros equipos de la zona para tristeza de la afición local.

Un club de corta vida pero con una historia intensa, a nivel deportivo y sentimental. El equipo destacó especialmente por su labor de cantera, llegando a incorporar luchadores del vecino barrio de Becerril e incluso de Montaña Alta.

Isaac Estévez solía decir: en aquellos tiempos me iba a Roque Prieto, movíamos cuatro callaos y me salían “un ganao” de chiquillos para luchar...

Entrenadores como Francisco Castellano (Pancho Castellano), Santiago Moreno (el cubano), Manuel González, “lito” (El Guajiro), Manuel Santiago (Manolo el gitano) y el propio Isaac Estévez (el chapi), fueron “los artesanos” de grandes luchadores y sus gestas, que por supuesto conformaron una gran cantera luchística.

Vaya desde aquí el reconocimiento público a todos los luchadores, entrenadores y directivos que formaron parte de ese equipo humano por su por su voluntad, esfuerzo y tesón, a veces en condiciones muy desfavorables para la práctica de la lucha, pero que consiguieron llevar al C.L. Atalaya a lo más alto del panorama luchístico canario. Sirvan estas humildes letras como homenaje tardío a ese trabajo y dedicación, especialmente para los que ya no están entre nosotros. Gracias de corazón.


*Agradecimiento especial a Juan Lázaro García Vega y a Isaac Estévez por su participación directa en la historia del club, así como sus aportaciones para la edición del presente texto.





viernes, 5 de marzo de 2021

Canarias, sus problemas y el asunto migratorio, por Paco Vega.

 


Yo también estoy cansado de los gobiernos de España, pero estoy especialmente cansado de los gobiernos canarios. Los canarios debemos ser conscientes de que la solución a nuestros problemas no va a venir nunca de España, especialmente ahora que la ultraderecha cabalga a lomos de la ignorancia, amenazando con hacerse con el poder y devolvernos al ostracismo de la historia. El “a por ellos”, que tanto nos avergonzó a los que tenemos unos sólidos principios democráticos, fue la constatación de que con las dosis adecuadas de manipulación política y mediática somos capaces de repetir nuestra triste historia.

Las migraciones no son un problema nuevo. Existen desde que el mundo es mundo. Un problema que soportan los que se ven obligados a emigrar de su tierra, como antes lo hicieran los canarios y otros muchos pueblos del mundo. Este fenómeno natural, desde el origen de los tiempos, se transforma en problema cuando se pretende “enjaular” a los migrantes en un territorio limitado ya de por si superpoblado como Canarias. Hasta pocos conflictos crea este colectivo humano, encerrado y sin esperanza. Es evidente que se quiere convertir a Canarias en una “Lampedusa”, una cárcel de inmigrantes en donde la única “esperanza” es esperar a que les devuelvan a unos países de los que huyeron jugándose la vida...

Las mafias son inherentes al problema y no el origen. Allí donde exista una necesidad -en este caso la necesidad del desplazamiento migratorio- surgirán “mafias” a distintos niveles, a veces “artesanales” que pretenden aprovechar tal circunstancia para ganarse unos euros. En ocasiones ni siquiera son mafias, tal y como las conocemos, sino una familia o grupo de pescadores los que les facilitan la embarcación para realizar el desplazamiento, con lo que intentan -a su vez- salir de su propia precariedad. En Canarias existieron varios armadores, propietarios de algunos veleros de la época, que hicieron su agosto llevando emigrantes canarios a Venezuela, Cuba, Argentina, etc., pero entonces ni ahora nadie les llamó mafias… Las mafias organizadas son otras, las de la droga, las armas, la trata de mujeres o las antiguas esclavistas, origen de muchas fortunas de acomodadas familias españolas... El problema principal de determinados políticos y la prensa es que se acostumbra a poner el apelativo de “mafia” a todo lo que se pretende penalizar, cuando en realidad es un problema de orden social mundial, provocado en origen -por la corrupción y el saqueo de sus recursos naturales- e incentivado por los propios países que ahora criminalizan el efecto migratorio.

La derecha española trata de sacar provecho político de toda contingencia: la inmigración, la pandemia o lo que se tercie con tal de socavar un poder que ellos consideran que les pertenece, por las buenas o por las malas... A este desborde migratorio no han tardado en sacarle tajada, ya lo vienen haciendo desde hace tiempo, no porque les preocupe lo más mínimo la vida de los que se la juegan en la travesía, sino porque aprovechan la coyuntura para sembrar la semilla del odio, siempre presente en su retorcido discurso, unas veces sutil y otras descarado y cruel. Al actual gobierno español, supuestamente de izquierdas, nunca se le habría ocurrido convertir en cárcel ninguna parte del territorio peninsular.

Esto me refuerza en el convencimiento de que somos los canarios los que debemos tomar las riendas de nuestro futuro, sin franquicias, con los partidos que compartan esta filosofía o por el empuje social de una mayoría convencida. No podemos seguir en actitud pedigüeña, con la mano tendida, esperando la caridad de la metrópolis. Pero cuidado con confundir los diferentes planos que pueden verse comprometidos; veo con demasiada frecuencia a perfiles independentistas “picando” en el comedero del racismo y la xenofobia. El pueblo canario debe hacerse respetar de los desprecios de España, pero sin perder su esencia. Debe hacerse por tanto en base a planteamientos sencillos, con capacidad de aunar voluntades en la solución a nuestros problemas archipielágicos, no por ello carentes de reflexión y argumentos lógicos. Debemos huir de radicalismos rancios, cargados de egos independentistas (que en todas partes cuecen egos...), faltos de la necesaria empatía social para transmitir un mensaje de respeto y autoestima. No se trata de aunar odios contra nadie, se trata de cultivar el sentimiento de pertenencia, autocentrados en Canarias. Se debe huir del señalamiento de culpables y apostar por soluciones positivistas. El empoderamiento canario debe hacerse visible en todos los ámbitos sociales. Solo así conseguiremos superar siglos de sumisión y “acomplejamiento ultraperiférico”.

A los problemas se les combate mejor de uno en uno, aunque a veces es inevitable el solapamiento de varios planos. El tema de Amazón y otras plataformas internacionales no deberían ser ni siquiera objeto de mención. En realidad nos hacen un favor. Esas plataformas no dejan ni un euro en Canarias. Apostemos pues por el impulso de las empresas locales. Trabajemos por minorar en lo posible nuestra dependencia del exterior. Y si hay que confiar en alguna “plataforma” que sea canaria, con personal canario y con beneficios económicos y fiscales que repercutan en Canarias.

El discurso independentista a veces da miedo; unas por la radicalidad del propio mensaje, muy alejado de la realidad diaria de un pueblo tremendamente adoctrinado, y otras porque en ocasiones se camuflan “elementos” con intereses espurios, muy alejados de Canarias. Se hace imprescindible mucho trabajo de divulgación -casi docente- sobre los problemas reales de los canarios y soluciones al margen de España. No hace falta tirar de la bandera de las siete estrellas en cada reivindicación. Tampoco hay que concentrar todo el esfuerzo en campañas electorales. Los esfuerzos han de ser ininterrumpidos. El papel de los medios de comunicación -actuales o por crear- es vital para hacer llegar el mensaje de que no debemos añorar “las sobras” de una España displicente.

Siempre digo que hay que bajar a la arena, arremangarse y bregar la solución a nuestros problemas. Sólo así crearemos conciencia de pueblo, la gran asignatura pendiente.