Que
desde la cúpula empresarial se abogue por que los trabajadores se
deslomen por algo más que un plato de comida es algo en lo que se
viene batallando desde hace algún tiempo, especialmente por el
sector más rancio y depredador de la cúpula empresarial española.
Conseguir una reforma laboral próxima a la semi-esclavitud parece
ser es su máxima aspiración, según se desprende de las últimas
declaraciones del señor Rosell -su máximo responsable-. Después de
escuchar sus recientes declaraciones, en las que abogaba por una
situación laboral aún más precaria que la actual, en la intención
de despojar prácticamente a los trabajadores de cualquier margen
para la negociación colectiva, se me ponen los pelos de punta sólo
de pensarlo (contrato único o despido libre, que para el caso es lo
mismo). Todo indica que ya comienzan a marcar el rumbo al futuro
gobierno que salga de las urnas el próximo 26 de junio. Más
precariedad para los de abajo por más beneficio para los de arriba.
Están empeñados en pulverizar lo que hasta ahora habíamos conocido
como trabajo digno.
Determinados
sectores empresariales han unido en una misma ecuación productividad
y mano de obra, por lo que aquello de la calidad del servicio, la
innovación, la investigación y una mejora en la gestión de sus
recursos queda muy lejos de esta filosofía. La mejora en la cuenta
de resultados ha de venir indefectiblemente por la reducción de los
costes salariales, según lo más rancio y “valurto” del
empresariado (ironías de la vida). En esta prostitución de las
palabras en la que profundizamos cada día comprobamos como cuando
desde estos sectores hablan de “productividad”, están pensando
en realidad en rebaja de costes salariales y despidos.
En
esa línea trabaja también el famoso TTIP (Asociación Trasatlántica
de Comercio e Inversión), que pretende básicamente en allanar el
camino para que las grandes multinacionales no se vean frenadas por
Leyes y tribunales nacionales que ellos entienden restrictivos de sus
intereses y que protegen derechos imprescindibles de los ciudadanos
como las condiciones laborales, el medio ambiente, la salud, etc. Se
habla incluso de la creación de tribunales supranacionales que velen
por sus intereses. Pa'ir a mear y no echar ni gota… Se sigue
gobernando para los poderosos. Al pueblo pan y circo (lease fútbol,
fiestas y mierderos televisivos varios).
Parece
ser que, lo de que un trabajador pueda “ganarse el pan con el sudor
de su frente” y honradamente -añadiría yo- no entra entre los
planes de estos empresarios y grandes corporaciones. Al trabajador le
quieren humillado y mendigante para satisfacer todas sus aspiraciones
económicas, las que no conocen techo.
Ya
se atisban con timidez (los anuncios, no las políticas, que estamos
en campaña) las futuras reformas laborales por parte de determinadas
apuestas políticas en perfecta sincronía con lo más depredador del
sistema empresarial español. Blanden sobre nuestras cabezas
terribles reformas que pretenden atacar -aún más- los cimientos del
que se ha venido en llamar “estado del bienestar” y todo lo que
hasta ahora ha fraguado una relativa paz social. Deben los ciudadanos
por tanto estar atentos a los programas de los partidos más que a
las soflamas electorales, más a las acciones que a las intenciones.
Ya saben, obras son amores y no buenas razones… Y algunos ya se
sabe que han “obrado y maniobrado” para traernos hasta la
situación actual, aunque digan que todo es de color de rosa. Pero no
olviden que lo peor está por venir. Somos la primera generación que
va a dejar a sus hijos una situación económica y laboral mucho peor
que la que encontraron.
Para
muchos, si hablásemos de nuestra situación personal probablemente
no tendríamos razones para quejarnos, especialmente viendo lo que
sucede a nuestro alrededor, pero para opinar de política no sólo
debemos mirarnos el ombligo. Lo que hoy puede ser una situación
laboral y económica más o menos saneada se puede tornar en un drama
humano ante la pérdida de un puesto de trabajo con la consiguiente
espada de Damocles del embargo o desahucio. A muchos de nuestros
familiares, vecinos o amigos les hemos visto perder trabajo y casa
casi en el mismo año, como si de un endiablado dominó laboral se
tratase. El que ahora disfrute de una cómoda situación laboral o
personal nada le garantiza, por muy seguro que esté, que esto vaya a
perpetuarse en el tiempo. Todo es susceptible de empeorar. Y para los
que tenemos hijos no pinta mucho mejor si somos conscientes de lo que
está en juego de continuar en esta línea depredadora de lo laboral,
lo sanitario y lo social.
Nuestro
colchón social nos lo están cambiando por una cama de faquir y aún
tenemos que “dar las gracias”.
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