sábado, 5 de octubre de 2019

Reivindicando a los guardianes de la salud, por Paco Vega

Se les ve por los hospitales, trayendo y llevando comidas, aseando enfermos y acudiendo los primeros ante cualquier demanda de auxilio por parte de enfermos y familiares. Aguantar a pacientes y familiares siempre con una sonrisa y palabra amable, independientemente de su estado de ánimo o de las duras y largas jornadas de trabajo.

Estoy hablando de los auxiliares de enfermería, sin duda los responsables -al margen de enfermeros y médicos- de la calidad de vida de los enfermos durante su estancia en un centro hospitalario. Esta profesión sanitaria es sin duda una de las más importantes, aunque no siempre suficientemente valorada, durante la estancia de los pacientes en hospitales y centros médicos. Ellos son los los responsables de hacer más llevadero el duro trance de la recuperación médica -o los momentos finales- durante la enfermedad o el posoperatorio con ingreso hospitalario.

Desgraciadamente sólo valoramos nuestra salud cuando la perdemos, y es precisamente en ese momento cuando cobra gran valor esta profesión sanitaria. Los que han pasado recientemente por el trance de un ingreso hospitalario propio o de un familiar, conocen de verdad la importancia de estos profesionales que se ocupan de nuestra alimentación, nuestro aseo o ergonomía postural, para favorecer nuestra calidad de vida y dignidad mientras recuperamos la salud.

Cuando indagas un poco y conoces su precariedad laboral así como la inestabilidad de sus contratos laborales, resulta aún más increíble y digna de admiración la predisposición, buen talante y simpatía con la que se entregan a los pacientes y aguantan reclamos de familiares, no siempre amables.

Permítanme que por esta vez rompa una lanza en favor de este colectivo (a veces olvidado) al margen de enfermeros y médicos, imprescindibles en el proceso de recuperación de nuestra salud cuando nos vemos obligados a ingresar en un centro hospitalario. Recientemente lo he vivido muy de cerca durante la enfermedad de mi padre, primero en un hospital público y posteriormente en uno concertado. En ambos casos fueron estos profesionales y las enfermeras los únicos que conseguían dibujar una sonrisa en su cara cuando ya su vida se apagaba irremediablemente.

Gracias a tod@s por su labor y profesionalidad. Gracias por el cariño mostrado que no hay dinero que lo pague. Gracias por todo.



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