domingo, 27 de octubre de 2019

Y por fin sacaron a Franco, por Paco Vega

Qué difícil es pensar y discernir con claridad cuando el bombardeo mediático y por redes sociales es monstruoso. Cómo acercarse a la verdad de las cosas. Cómo objetivar el volumen de información intercalada de intoxicación, partidismo y fanatismo. Cómo pensar cuando apenas te acercas a la solución del nudo gordiano de los asuntos, cuando ni siquiera dedicas tiempo a nada que no se aproxime a los cuatro parámetros que crees manejas con seguridad. Si dedicamos apenas cinco minutos diarios (o ninguno) a contrastar y averiguar la veracidad de las informaciones es imposible avanzar en el conocimiento.

Es evidente que en ocasiones debemos salir de nuestra zona de confort mental para adquirir conocimientos. Abrir nuestro paracaídas mental para no caer como una piedra en el mar de la indiferencia. Esta capacidad, apenas explotada por muchos, es la que nos libra de obedecer como nobles corderitos rumbo al matadero…

En los últimos tiempos hemos visto a muchos fanatizados cabalgando a lomos de las ideas ajenas. Siempre habrá algún “listo” que intente aprovecharse y juegue con la indolencia de quien ha estimado conveniente derramar su tiempo y su vida por el barranco de la indiferencia… Sería lógico y natural ver a poderosos banqueros y grandes empresarios arrimar el ascua del fascismo a su sardina, por el lógico beneficio que siempre les representó y les representa; son los que se entienden bien en la pomada de la corrupción. También a los que sin llegar a esos niveles, se han beneficiado económica o socialmente bajo las enaguas del Estado. Pero llama tristemente la atención ver a humildes y adoctrinados trabajadores disputar e insultarse en defensa de quienes únicamente pueden abocarles a la más absurda esclavitud.

Pero es de otra cosa de lo que quería hablarles hoy. En estos días me ha llamado especialmente la atención la prepotencia y altanería de los Franco, acostumbrados a hacer lo que les venía en gana cuarenta y cuatro después de enterrado el dictador, una muestra evidente de que la dictadura sigue incrustada en el ADN de nuestro Estado. Sólo así se entienden determinadas sentencias, decisiones políticas y el comportamiento bravucón de los Franco. En una situación “normal”, los Franco seguirían disfrutando de la fortuna heredada -no sabemos muy bien de dónde- de forma tranquila, sin armar mucho ruido (por lo que pudiera pasar si La Agencia Tributaria o la Autoridad Judicial decide meterles el diente...). Sin embargo no se conforman, porfiando y pleiteado hasta la extenuación, con sobrada altanería, para que no sacasen a su abuelo de un mausoleo en donde nunca debió estar. Además, una vez perdida toda esperanza y habiéndose ordenado la exhumación, en lugar de limitarse a enterrar a su abuelo en su panteón -pagado por el Estado- en silencio, han intentado hacer de ello un funeral de estado y una reivindicación del fascismo, en una provocación permanente a sus víctimas y a todos los españoles. Han retado al Gobierno a pesar de todos los condicionantes y advertencias. Le encargan la misa al hijo-cura del Teniente Coronel Tejero, la presencia del propio golpista del 23-F, la insistencia en portar sobre el ataúd la bandera del pollo, los vivas a Franco, los intentos de grabación y fotos del acto, así como los forcejeos con la policía, indica que siguen convencidos de que España les pertenece. No han parado de “marcar paquete fascista”, convencidos de que están en su derecho, y lo que es más importante: que nadie les va a toser, dando máximo significado a aquella frase de “usted no sabe con quien está hablando”.


Creo sinceramente que se realizaron demasiadas concesiones a la familia del dictador -antes, durante y después- y que ellos sin embargo, no dudaron en mearse sobre todo y todos, como viene siendo habitual desde siempre. En mi humilde opinión sigo sin comprender tanto boato y condescendencia con este dictador sanguinario, al contrario de lo que él realizó o mandó a ejecutar con muchos ciudadanos inocentes a lo largo de su cruzada fascista, enterrados en cunetas, pozos y simas, o directamente arrojados al mar. Tendrían que habérselo entregado a sus familiares para que, en la más estricta intimidad, sin publicidad, prensa, helicópteros y demás parafernalia, se hubiesen hecho con los restos del dictador y enterrado en un cementerio civil. El hecho de que sea el Estado el que siga cargando con los costes de mantenimiento del propio panteón del dictador en Monterrubio es para hacérnoslo mirar como democracia y como pueblo. Sin embargo ningún tacto ni decencia han tenido los diferentes Gobiernos -PP-PSOE- con los cientos de miles de personas que siguen enterrados como perros, sin poder ser recuperadas por sus familiares.

El PSOE no ha dudado en sacar tajada política en plena campaña electoral, con un tema que nunca antes quisieron tocar durante los veinticuatro años de gobiernos socialistas.

Seguimos observando graves carencias democráticas. Las molleras apolilladas siguen marcando el paso en este país.


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