sábado, 6 de febrero de 2021

Permítanme una de recuerdos, por Paco Vega.

 Permítanme que en este húmedo, frío y lluvioso día lo dedique a los recuerdos, concretamente a mis padres, que se dejaron la piel y la vida trabajando y luchando para sacar adelante a su familia con una escuálida economía de supervivencia.

Esa imagen corresponde a 1965, cuando llegó al mundo el primer retoño de la prole (un servidor), pasada ya la treintena para mis progenitores, lo que era algo inusual para la época, en la que la mayoría de las parejas solían emparentarse y tener su descendencia en torno a los veinte años. Luego vendrían dos más hasta completar “la tribu de los Vega”, como acostumbraba a llamarnos mi padre. Lo hicieron lo mejor que pudieron y supieron, viniendo de donde venían, de familias aún más abultadas y de mayor precariedad económica. Sinceramente no lo hicieron nada mal, a la vista de los resultados: un abogado, un psicólogo y este escribidor pedestre que les habla, funcionario retirado para más señas, fue el resultado de aquella cosecha de vida…
Ellos ya se fueron dejando un vacío inmenso, mi padre hace poco más de un año y mi madre hace diez, dejándonos hermosas lecciones de vida, siempre sacrificándose y pasando privaciones en beneficio de los suyos.
Ahora sólo queda escribir estas modestas líneas a modo de pequeño homenaje, entre alguna lágrima, por este cada vez más sensible bregador de ilusiones y de nostalgias, a pesar de su careta, a veces más seria de lo normal...
Dicen que mientras los llores y recuerdes es que siguen a tu lado, acompañándote de alguna manera…
Gracias por perseverar y no tirar nunca la toalla, a pesar de las patadas y los reveses en la dura batalla de la vida…



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