Greenpeace pone los puntos sobre las íes:
Las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, han reavivado el debate sobre las macrogranjas en España, cada vez más polarizado políticamente. Desde Greenpeace queremos dejar claro que las macrogranjas son una triste realidad que está teniendo devastadores efectos ambientales, sociales y de salud en nuestro país.
La que ves en estas imágenes es la más contaminante de las macrogranjas de porcino en España, perteneciente al Grupo Fuertes —es decir, Cefusa, El Pozo y compañía— y tiene capacidad para producir hasta 651.000 lechones al año. Sí, lo has leído bien. No son granjas, son auténticas fábricas de carne. Se caracterizan por la presencia de un gran número de animales confinados en un área demasiado pequeña y en el cual, además, no se puede producir el alimento ni gestionar de manera segura los excrementos. Los animales no pueden expresar su comportamiento natural y son cebados con el único objetivo de producir mucho, rápido y barato.
Las consecuencias son terribles: contaminación de aguas subterráneas, emisiones de gases de efecto invernadero, uso de enormes extensiones de tierras, deforestación para pastos y para cultivo de alimento para ganado, daños a la salud y abusos a los animales. Además, son una falsa solución contra el despoblamiento rural.
Las macrogranjas son el máximo exponente de un modelo de ganadería industrial que se está extendiendo como un cáncer por todo el territorio en detrimento del modelo tradicional de ganadería extensiva —este último es un modelo mucho más sostenible, arraigado al territorio y generador de empleo, cuyo máximo exponente es la ganadería ecológica.
¡Basta de polémicas con intereses partidistas! El lobby de la industria cárnica y sus marionetas van a aprovechar este momento para generar confusión y garantizar que sus intereses económicos no se vean perjudicados. Es más, si consiguen sacar tajada, incluso mejor.
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