domingo, 20 de noviembre de 2022

Un picoleto valiente y majorero de adopción

 


A mediados del año 1999, llegó a la isla de Fuerteventura un grupo de guardias civiles con la importante misión de poner en marcha el Servicio Marítimo Provincial de la Guardia Civil, una Unidad de nueva creación en Canarias. El fenómeno migratorio iba en constante aumento por aquel entonces, por lo que se les encomendó la delicada misión de conformar, poner operativa y sacar el máximo partido a una unidad marítima de nueva creación. Así que, con más voluntad que medios humanos y materiales, se les encomendó a la ardua tarea de hacer frente a la avalancha migratoria de pateras que llegaban a las costas de Fuerteventura y Lanzarote. Las primeras semanas fueron muy agónicas, con pocos efectivos, sin patrulleras, con unas modestas oficinas cedidas por el Ayuntamiento de La Oliva en la localidad de Corralejo, sin apenas mobiliario ni equipos informáticos. Hubo que improvisar patrullas terrestres con vehículos prestados de otras unidades territoriales del Cuerpo, así como embarcar al personal en helicóptero del Cuerpo y pesqueros que amablemente se prestaron a colaborar cuando se recibía el aviso de la llegada de alguna patera. Tampoco había radares en tierra que avisaran con la antelación suficiente la llegada de dichas embarcaciones. El panorama no podía ser más desolador. Sin embargo, con mucho trabajo y voluntad se fueron minorando -que no supliendo- las carencias materiales, de personal y operativas.

Posteriormente llegó la primera Patrullera, cedida por el Servicio Marítimo Provincial de Murcia, con bastante antigüedad, horas de motor y problemas técnicos, era de las primeras que se pusieron en servicio en territorio peninsular. Así que coordinando voluntades y mucho trabajo de mecánicos, marineros, patrones, así como del personal de oficina, se fue encajando el complicado puzle operativo a marchas forzadas.

Fueron varios los oficiales comisionados que se fueron sucediendo durante meses en el mando, mientras se iba configurando la Unidad. A comienzos del año 2000, el joven Teniente D. Jorge Fajardo Velasco (27 años) fue destinado al mando de la citada Unidad, todo ello en medio de la avalancha migratoria que no paraba, exigencias de resultados por parte de la superioridad, críticas de los medios de comunicación y la propia población de las islas afectadas -Fuerteventura y Lanzarote- que permanecía atónita ante el masivo fenómeno migratorio.

En el Puerto Corralejo los mecánicos trabajaban a marchas forzadas por poner en óptimas condiciones de navegabilidad aquella desvencijada patrullera, mientras en la oficina el veterano Brigada Romero hacía encaje de bolillos, en base a su dilatada experiencia, tanto con el nombramiento de los servicios, petición de material y equipos, contacto con los organismos competentes, etc., necesarios todos para poner en marcha la Unidad. Tanto el Oficial como el Suboficial se dividían la multitud de gestiones y trámites a realizar, así como la coordinación del personal de oficina y operativo. Cada día se enfrentaban a nuevos desafíos operativos, organizativos o de material.



Por fin, cuando se pudo poner en navegación a la vieja patrullera, hubo que pelear con otra selva de nuevos problemas como los puntos de repostaje, revisiones, averías, así como lugares de adquisición del material diario de mantenimiento. También la dotación y puesta en servicio del imprescindible pañol mecánico. Posteriormente, en noviembre del mismo año, llegaron dos Patrulleras de nueva adquisición, con lo que también aumentaron las exigencias de resultados y las necesidades logísticas.

El trabajo en aquella época no daba tregua. Las desgracias y primeros ahogamientos de inmigrantes no tardaron en llegar, por vuelco de pateras próximas a la costa o en el momento del rescate, lo que no hizo sino aumentar la tensión de las tripulaciones, de los medios de comunicación y la de los propios mandos del Cuerpo a todos los niveles que, como es lógico, querían tener puntual información de todas las incidencias de los hechos acaecidos, así como del trabajo diario. Las investigaciones, tanto interna como judiciales, ante la posible exigencia de responsabilidad también estuvo presente. Se trataba de vidas humanas y todos los miembros de la Unidad eran plenamente conscientes de la responsabilidad.

En resumen, podemos decir que, poner en marcha una Unidad Operativa Marítima de nueva creación, con tremendas exigencias humanas y de servicio, con las carencias antes detalladas no está al alcance de todos. Toda una enorme responsabilidad que se sustentaba sobre las espaldas de aquel joven Oficial. Esa fue sin duda una prueba de fuego a la que no todos los mandos del Cuerpo se han visto sometidos en los inicios de su carrera profesional. Solamente los que formaron parte de aquella Unidad embrionaria de lo que es hoy el Servicio Marítimo Provincial de Las Palmas, conocieron del duro trabajo espartano que significó aquellos primeros años de andadura marítima en Canarias.

Y como lo que no se cuenta no se sabe, a veces hay que echar la vista atrás y recordar sólo algunas pinceladas de lo que significó la puesta en servicio de aquella brillante Unidad que salvó miles de vidas humanas. Las frágiles pateras de madera que llegaban a las islas de Fuerteventura y Lanzarote lo hacían al borde de la navegabilidad, próximas al hundimiento. Los inmigrantes, que a buen seguro iniciaban su arriesgado viaje con la esperanza de alcanzar un mundo mejor para ellos y los suyos, terminaban deseando el rescate de una de nuestras patrulleras como única esperanza de salvar sus vidas. Hay que recordar que en aquella época, al contrario de lo que sucede hoy en día, sólo estaban implicadas en el rescate de inmigrantes las citadas patrulleras de la Guardia Civil, puesto que sería años después cuando las embarcaciones de Salvamento Marítimo, pertenecientes a la Dirección General de Marina Mercante, se incorporaron a estas tareas de rescate.

Aquel joven Teniente de entonces es -a día de hoy- Teniente Coronel en la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva. Un hombre que compaginó su demostrada capacidad de trabajo y valentía con una humildad y sencillez exquisita, a pesar de la responsabilidad y las duras vicisitudes que le tocó vivir durante aquellos años en tierras majoreras.

Vaya desde aquí mi humilde homenaje para este malagueño de nacimiento y majorero adopción.


2 comentarios:

  1. Orgulloso de tener un hermano dedicado al 100% a su profesion

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    1. Jorge Fajardo ha sido y es un profesional como pocos. Qué suerte tienen ahora los onubenses en general y los guardias a sus órdenes en particular.
      Muchas gracias por tu comentario.

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