Siempre lo he dicho, en público y en privado, que a la política se viene a servir, no a que te sirvan; con los pies bien pegados al suelo y posicionados (como en lucha canaria), para que no te tumben los unos -a la primera acometida- o para que el ego no te eleve por encima de los mortales con las adulaciones de los otros. Que hay que tener la cabeza fría y llena de ideas y los cajones repletos de proyectos, para cuando llegue el dinero poder ejecutarlos, priorizando necesidades y oportunidades. Hay que escuchar al pueblo y contrastar con los técnicos. Ni unos ni otros tienen siempre toda la razón. Ese y no otro debe ser el trabajo del político. Hay que trabajar velando por el buen funcionamiento de todo lo público, para el presente y el futuro del pueblo, sin olvidar a las viejas generaciones que lo dieron todo por nosotros. Un político tiene que saber escuchar a su pueblo, no como un Rey altanero sino como un servidor público que es.
Es de una tristeza desesperante comprobar como todos ven las necesidades de un pueblo, especialmente las de los barrios, menos los ediles municipales que por competencia les corresponde: abandonos, falta de mantenimiento y reivindicaciones vecinales mientras ellos siempre están ocupados “en cosas mayor trascendencia”. Eso si, a la hora de pagar impuestos no hay piedad. Impuestos que se abonarían con menos crítica si se observara la diligencia y competencia debidas. Insisto TODOS los empleos públicos son de SERVICIO, los políticos y los funcionariales; y como tales deben actuar y responder a las exigencias vecinales con la máxima diligencia. A veces se crean molestias y disgustos innecesarios entre la ciudadanía simplemente por falta de diligencia o concreción en la respuesta. Los vecinos normalmente suelen ser mucho más compresivos de lo que se les supone -salvo excepciones- siempre y cuando se les escuche y responda adecuadamente. El silencio suele ser un indicador nefasto ante las demandas vecinales y el principal enemigo de LA CONFIANZA.
Si, sé que no estoy diciendo nada nuevo, que son evidencias de una contundencia lógica y aplastante, que nadie debería verse obligado a ventilar determinados asuntos en medios de comunicación ni redes sociales, ni siquiera de andar de “romería” por el ayuntamiento mendigando la atención debida con los asuntos públicos, pero la realidad es muy triste y desesperante. A veces sólo es posible verla desde fuera del plenario.
Lo dicho, pónganse la ropa de brega y sude la camisa, que para algo está ahí, no sólo para pasear el palmito en procesiones. No de lugar a que empiece el año electoral para escuchar a los vecinos, aunque sólo sea porque no le quiten del cargo de un buen “sacón de camisa”. El día menos pensado le van a “emburrar” y va a acabar con el culo en la arena sin saber apenas ni por donde le ha venido.
PD. Que nadie se de por aludido, o si…