Siempre estuve a favor de las renovables, y lo sigo estando. Cómo no estar a favor de la eliminación de las emisiones de CO2 a la atmósfera, cómo no estar a favor de acabar con todo tipo de energía que destruye cuando se extrae y vuelve a destruir cuando se consume. Si hay variadas formas de producir la energía sin contaminar ni verter emisiones de ningún tipo, qué motivo habría para no avanzar en esta senda civilizadora y de conservación de nuestro territorio.
Hace años, comprobando como iba llenándose nuestras ínsulas de molinos de viento, me hacía la ilusión (ingenuo que es uno) de que algún día dejaríamos de ver esas grandes chimeneas humeantes de nuestras monstruosas centrales térmicas. Al mismo tiempo confiaba en que las diversas administraciones públicas tutelasen esas grandes aspas movidas por los alisios, consiguiendo así un precio asequible de la energía, al tiempo que ingresaba valiosos euros con los que acometer otros servicios, tan necesarios para la mejora y la calidad de vida de los maltratados canarios.
Sin embargo, a medida que iba avanzando en el conocimiento de la trama eólica, comprobaba con tristeza que este asunto no era más que otro turbio negocio que ya empezó con “el paso torcido” (no sé si recuerdan el famoso “caso eólico” que tutelara desde el Gobierno Canario el hermanísimo de un famoso ministro canario de infausto recuerdo, especialmente por sus múltiples fechorías e impuestos solares). Posteriormente hemos podido comprobar que son contados los parque eólicos públicos, mientras que los impulsados por la oligarquía canaria y otros poderes económicos han inundado nuestros paisajes de suculentos negocios molineros -especialmente en el sureste grancanario- que ya duele a la vista su sola contemplación. El conocimiento de que el sistema proyectado va a convivir con los monstruos humeantes clama al cielo y a la desesperación de cualquier persona con un mínimo de sensibilidad medioambiental.
El famoso y polémico proyecto Chira-Soria, con el que estuve de acuerdo en sus planteamientos iniciales, se ha tornado en un autentico atropello medioambiental de incierto beneficio público y asegurado beneficio especulativo, que tampoco servirá para eliminar las dichosas chimeneas. Es decir, que al final lo que podría haber sido un beneficioso proyecto energético para Gran Canaria, se ha convertido en otro pestilente asunto, al tiempo que atentado medioambiental.
Por si la inundación de molinos quijotescos y chimeneas no fuese suficiente, observamos con espanto la sustitución de grandes extensiones de tomateros por paneles solares, también privados, para acrecentar el negociete de unos pocos y la desesperación de la mayoría que nunca imaginamos que “el cambio” iba a ser este.
A esta decepción con las renovables se le une otra de signo político respecto del Presidente del Cabildo de Gran Canaria, al que que he aplaudido públicamente, especialmente en su etapa como alcalde de Agüimes y al frente de la Mancomunidad del Sureste de Gran Canaria, en la que considero realizó un meritorio trabajo. Posteriormente, desde sus comienzos al frente del Cabildo, las decepciones han venido encadenadas y no sólo por el tema energético. Siempre confié en que Antonio Morales sería “la esperanza blanca” de esta maltratada tierra… Ya ven, las mayores decepciones llegan de quien, después de haberle “regalado letras” te las devuelven con “desvíos, toques pa’trás, o traspiés”…
De los demás imagínense lo que puedo esperar...
Qué si creo en las renovables? Por supuesto. Es la única opción para este planeta. Es la única alternativa para este terruño archipielágico.