jueves, 13 de octubre de 2016

La Atalaya: mi pueblo, mi barrio, mi olvido, por Paco Vega.



Podemos permanecer en el conformismo pensando aquello de que “esto es lo que hay”. Podemos confiar en nuestros mandatarios públicos, que ellos harán lo que es mejor para todos. También podemos opinar y dar nuestra visión del pasado, el presente y el futuro de nuestro barrio… Yo me reconozco humildemente en este último caso y por lo tanto permítanme que “vomite” mi opinión sobre el lugar que me vio nacer y en el que tengo mi residencia.

El caso es que vemos pasar los años, pero los avances y mejoras para el pueblo no llegan o llegan tan lentamente que se hacen imperceptibles. Nos hacemos mayores y la mayor parte de las nuevas generaciones nacen con el conformismo inyectado en vena… Nos quejamos en la barra del bar o la tienda de la esquina, pero nada más. El fútbol, las fiestas y otros entretenimientos no son malos, todo lo contrario, si no fuera porque sigue ocupando la mayor parte del interés ciudadano. Lo demás nos sigue preocupando poco, o simplemente nos absorbe la cotidianidad cuando pensamos en el presente y futuro de La Atalaya. Algunos tienen ideas vagas o aisladas sobre las necesidades para un barrio de 4.000 habitantes como el nuestro, población a la que no llegan muchos municipios. ¿Debemos esperar algo más de nuestro gobierno municipal respecto a inversiones, presencia, cuidado, limpieza y respeto a sus vecinos? La respuesta es que SI.

No es por envidia, pero sólo hay que darse un paseo por los municipios del sureste de esta isla para comprobar las dotaciones e inversiones en barrios de similares características. Pero incluso sin ir tan lejos podemos comprobar a modo de ejemplo en el municipio -ahora hermano- de Gáldar, su actuación respecto a las instalaciones deportivas. En Gáldar no han dolido los bolsillos (ni los ombliguismos) en centralizar el grueso de sus instalaciones deportivas en el barrio de San Isidro, mientras en Guía se han centralizado en la capital municipal, arrinconadas en el fondo del barranco, poco accesible y alejadas del grueso de la población. La accesibilidad a día de hoy sigue siendo dificultosa a dichas instalaciones, no digamos el aparcamiento, lo que se verá lógicamente agravado con la reciente construcción de la universidad. Las obras recientemente iniciadas en dicho acceso universitario así lo confirman. Los vecinos de Anzo y Montaña de Guía han tenido que esperar a la construcción del recinto universitario para beneficiarse de un acceso digno a sus barrios. Quizás también el lugar elegido para la instalación universitaria no sea el más correcto, habida cuenta de las obras que ahora se tienen que acometer, y las que quedan… Miedo me da tocar el tema universitario al que parece nadie se atreve a “toser” públicamente. Quizás con el tiempo las citadas instalaciones deportivas acaben siendo cedidas totalmente a la universidad y se busque una mejor ubicación geográfica y de accesibilidad a unas instalaciones pagadas con el dinero de todos, también con el de los vecinos de La Atalaya, pero esta es otra historia.

Claro que no toda la culpa la tiene la Autoridad Municipal (léase los diferentes alcalde que han ostentado el cargo los últimos 40 años). Los vecinos de La Atalaya, que elección tras elección secundan con su voto esta forma de gobernar -de espaldas al barrio- también tienen su parte de responsabilidad. También los concejales del barrio, que durante todos estos años no han hecho nada más que levantar su mano en los diferentes Plenos Municipales para votar lo que les indicaban, sin objetar nada -salvo honrosas excepciones que seguro las habrá habido- por miedo a perder el codiciado sillón municipal. También las asociaciones vecinales, por haberse convertido en una muleta de los diversos gobiernos municipales. Y yo mismo -no me duelen prendas en reconocerlo- por no haber dado un puñetazo en la mesa cuando pude hacerlo (estando implicado en dichos movimientos), en lugar de marcharme a mi casa cuando la soledad y deslealtad me pudieron. Quizás estamos necesitados de más auto crítica vecinal y menos complacencia.


Es lógico pensar que nadie vuelca sus esfuerzos y políticas a la hora de gobernar con quien te “regala el voto” y en La Atalaya se viene regalando el voto desde siempre. Es un regalo a cambio de unas sonrisas, unas palmaditas; el llamarte por tu nombre de pila delante de tus vecinos y amigos; y si acaso por alguna que otra “ayudita”. Es desde luego nuestra responsabilidad no ser exigente con quien decide nuestra calidad de vida y nuestro futuro como pueblo. Algún día nuestros hijos nos lo podrán tirar a la cara y no tendremos a quien culpar.

Para no extenderme en exceso detallaré -desde mi modesto punto de vista- las necesidades de mi barrio. Son sólo unas pinceladas de lo que podría abarcar un libro reivindicativo de abandonos municipales desde el comienzo de los tiempos:

1.-La Atalaya está necesitada de una nueva y gran zona verde (en “las piteras” -todos conocen el lugar- se encuentra el solar idóneo para ello, creo que hasta con la calificación urbanística correspondiente) que seguro haría las delicias de los técnicos municipales durante su redacción, y posteriormente de los vecinos y visitantes tras su ejecución y durante su disfrute.

2.-La construcción de pequeñas de zonas verdes y parques infantiles por todo el barrio, aprovechando pequeños rincones y solares municipales ahora degradados. Es un barrio muy grande y no tiene sentido que la única zona de disfrute y esparcimiento esté ubicada en un extremo (la actual Plaza de San Pedro), con la recuperación de los pilares históricos de La Atalaya (3 + el actual), así como el plantado de árboles en avenidas principales y secundarias (sombra, paseo descanso y bienestar para nuestros mayores y niños).

3.-Construcción de carriles bici y peatonales por todo el barrio, así como su conexión con el resto del municipio y limítrofes; con los centros educativos y deportivos; con los grandes centros prehispánicos (Cenobio de Valerón, Cueva Pintada, La Guancha, etc.) y nuestras playas.

4.-Construcción polideportivo/gimnasio cubierto.

5.-Embellecimiento y remozado de la entrada principal (construcción de una fuente en rotonda -homenaje a nuestros antepasados y a la cultura del agua-), remozando con proliferación de jardinería la que debe ser digna fachada principal que dé la bienvenida a nuestros visitantes. Hoy es la parte más fea del barrio.

6.-Recuperación del proyecto de Centro Cívico en la parcela del Colegio Viejo (teatro, biblioteca, oficinas municipales, etc.). No parece adecuado que una población de esta envergadura siga mendigando un centro cívico tan necesario, tantas veces prometido y otras tantas incumplido.

Podría seguir con toda una retahíla de reivindicaciones de mejoras; implementación de servicios; frecuencia de limpieza viaria; limpieza y adecentamiento de contenedores de basura, así como una correcta redistribución de los mismos y otra política relacionada con los residuos urbanos; recogida de trastos; el correcto mantenimiento -a veces deficitario- de las actuales zonas verdes; así como una batería de propuestas de optimización, mejora y potenciación de los servicios públicos. Pero me voy a parar aquí porque ya me han dicho que un día prometí no hacer más críticas en este sentido y no he cumplido.

Seguro que también a los pacientes lectores que hayan hecho el esfuerzo de seguirme hasta aquí en la lectura de mi diatriba reivindicativa se habrán acordado de otras tantas carencias y necesidades para este abandonado barrio del norte de Gran Canaria y que aquí omito por no extenderme en exceso.

Créanme si les digo que la política municipal es algo más que ideología. Si me apuran un poco les diría que debería estar carente “casi” de ideología, porque se trata de acometer las necesidades básicas de la población, de gestionar adecuadamente los recursos públicos y de conciliar la calidad de vida de los vecinos, puesto que la política municipal es lo público que se encuentra intensamente vinculado a lo privado. 

La Atalaya: mi pueblo, mi barrio, mi olvido…


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