sábado, 1 de diciembre de 2018

El machismo y la violencia contra la mujer, por Paco Vega.


El tema del que quiero hablarles hoy lo he tratado en reiteradas ocasiones a lo largo de los últimos diez años, pero no me cansaré de hacerlo porque compruebo sigue siendo un desconocido para la inmensa mayoría de los ciudadanos, a pesar de que casi cada semana tengamos luctuosas noticias que nos recuerdan el arduo camino que queda por recorrer para atajar este asunto.

Se trata de la VIOLENCIA MACHISTA o VIOLENCIA DE GÉNERO. A mi me gusta llamarla por su nombre real, sin ambages, puesto que es el machismo inyectado en vena en gran parte de la sociedad, mujeres incluidas, es el que produce y consiente que semejantes psicópatas campen a sus anchas cometiendo tremendas tropelías contra la mujer. Y no hablo sólo de la violencia física, que es a la que habitualmente se presta más atención por su visibilidad, sino de la psicológica, sin duda la más destructiva de todas, sin la cual probablemente sería imposible llegar al daño físico. Piensen que para llegar a maltratar físicamente a una mujer y que esta no salga corriendo a pedir auxilio, hay previamente un intenso trabajo de demolición, a veces de años, de los más elementales cimientos de autoestima y seguridad de la víctima. El maltratador puede llegar a ser incluso amable con otros familiares, amigos, vecinos y conocidos, pero es en la intimidad de su hogar donde se revela el psicópata que lleva dentro.

Algunos incluso llevan el maltrato más allá de la separación de su pareja, porque no soportan que sus ex-mujeres rehagan sus vidas. Muchos de los crímenes fruto de esta violencia criminal son cometidos después de la separación o divorcio, algunos incluso con sus vidas sentimentales aparentemente rehechas con otras parejas. Otros, en las mismas circunstancias, no llegan al crimen o la agresión física, pero son capaces de urdir todo un entramado de maldad para perjudicar a la víctima, a quien hacen responsable de todos sus males y complejos. El descrédito público ante familiares, amigos y conocidos es sólo una de sus tácticas destructivas sobre la mujer a la que alguna vez juraron AMOR ETERNO…


Este tipo de delincuentes no dudan incluso en manipular e intoxicar a sus propios hijos en contra de su madre, con la única finalidad de restañar su orgullo de macho herido, que sufren desde el mismo día de la separación (a iniciativa de ella claro). Este maltrato es conocido en psicología como ALINEACIÓN PARENTAL, normalmente ejecutada sobre los hijos menores, pero que se da también excepcionalmente con hijos mayores de edad, cuando previamente se ha abonado el terreno con un arduo y constante trabajo de manipulación, con la única finalidad de alejarlos de la madre, aumentando aún más el daño sobre la víctima. Esta misma figura de la alineación parental es utilizada también por algunas mujeres, normalmente con hijos menores bajo su guarda y custodia, con la misma finalidad y maldad, alejarlos de los padres. Los hijos son, en estas ocasiones, víctimas también del maltratador.

Es este maltrato, utilizando a los hijos, es el más cruel y despreciable de todos por el daño psicológico que produce sobre la víctima. El psicópata machista tiene además otras mil formas de perpetrar SU VENGANZA, al margen de los hijos, y no vivirá para otra cosa que no sea el daño psíquico o físico de la mujer, a la que un día JURÓ QUERER. Moverá cielo y tierra, por tanto, para perjudicarla por las más retorcidas formas hasta obtener su venganza, a no ser que la justicia le pare los pies. Este tipo de sujetos suelen presentarse con frecuencia ante la sociedad como víctimas de sus propias víctimas, sufridores de un maltrato imaginario que sólo existe en su perturbada mente.

Por suerte o por desgracia es un tipo delictivo con el que me he visto en la obligación de intervenir, primero -y durante muchos muchos años- por circunstancias profesionales y posteriormente auxiliando y protegiendo a la víctima en entornos familiares.

No puedo más que indignarme cada día con la escucha o visionado -en los medios de comunicación- de tertulias o debates compuestos por personas con nula preparación o conocimientos muy básicos sobre este tipo delictivo. Hace sólo unos días tuve la desagradable experiencia de soportar a un representante de un seudo-sindicato policial, en una cadena privada de televisión, que entrevistado como supuesto “especialista” en la materia, cuyo único interés fue dar visibilidad a las reivindicaciones de la organización a la que pertenecía, en lugar de mostrar las peculiaridades de este tipo delictivo y sus nefastas consecuencias para la mujer. Lo mismo sucede con algunas tertulias periodísticas en determinados medios de comunicación, que se suceden al calor de crímenes recientes de violencia machista. La falta de profesionalidad o la superficialidad a la hora de tocar estos temas por parte de estos profesionales no ayuda precisamente a allanar el duro camino de la mujer maltratada, así como la más que necesaria concienciación de la sociedad.

Siguen faltando medios humanos y materiales para la erradicación de estos delitos, pero sobre todo sigue faltando concienciación y formación en el funcionariado encargado de la persecución de los mismos y la protección de las víctimas. Las comisarías, los juzgados y los colegios de abogados se han convertido en una telaraña administrativa fría, distante y cuadriculada, no apta para estos tipos delictivos. Años de aplicación de leyes estériles y vacías de contenido, no ha bastado para erradicar la larga lista de víctimas mortales. Siguen sin contabilizarse las víctimas con tremendos daños psicológicos y menos aún de las desconocidas, que ni siquiera llegan a denunciar. Son la mayoría.

La violencia machista se ha cobrado ya más víctimas que por el terrorismo. Sólo este dato debía ser suficiente para poner en marcha medidas urgentes para su erradicación, pero no se hace. El postureo político con mensajes estúpidos y vacíos de contenido siguen ocupando portadas y cabeceras de informativos después de cada crimen.


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