miércoles, 11 de diciembre de 2019

Que viene el meteorito, por Paco Vega

El meteorito está a punto de caer”, le dije -sin poderme reprimir- a la cajera del supermercado cuando llegó mi turno de pasar y pagar la compra. Mientras ella me miraba con los ojos como platos, sin comprender qué había querido decir, le empecé a comentar el hartazgo que me producen las personas que se creen el ombligo del mundo, y lo que es peor, que se creen a salvo de cualquier contingencia laboral o de otro tipo (explicado en lenguaje coloquial). Y es que el señor que me precedía en la cola del super le soltó una arenga a la cajera -sin venir a cuento- con motivo de un empujoncito que su mujer le propinó con el carrito, para que espabilara, ya que ella había pagado la compra y él aún se estaba recreando en la colocación de los productos en las bolsas. El señor le pedía que no le metiese prisa, que bastante trabajaba durante la semana, y a continuación (sin anestesia ni nada) empezó a quejarse de lo poco que a la gente le gustaba trabajar. Que llegaban a los trabajos preguntando por el sueldo, por las vacaciones y por los días libres… ¡Qué barbaridad! ¡Y luego se quejan de que no hay trabajo o que no les contratan! En fin, que soltó un alegato de lo más rancio y retrógrado, en el que pareciera que solamente él representaba a lo más cualificado del mundo laboral, y quien se interesase por los derechos que le asisten como trabajador poco menos que había que fusilarlo al amanecer, además de ser una señal inequívoca de flojera y poco interés… Insisto en lo de trabajador porque sus argumentos, vocabulario y ademanes no dejaban a lugar a dudas de encontrarnos ante un trabajador (independientemente de su ocupación y categoría profesional), y no ante un despiadado y estirado empresario sin escrúpulos, que bien podría deducirse erróneamente de su discurso.


La cajera asentía en silencio -sin darse por aludida- pensando seguramente que se referiría a otros trabajadores, mientras aquel improvisado político monologista exponía tu teoría del mundo del trabajo en torno a su ombligo. Seguramente el buen hombre pensará que, ni en el más horrible de sus sueños pudiera verse obligado a pasar por la desagradable experiencia de convertirse en víctima del paro, como sucede cada día a miles de trabajadores que sufren las interminables colas del paro y a un posterior deambular por las más variadas entrevistas de trabajo para volver a recuperar un preciado empleo y su dignidad como trabajador. Probablemente pensará que eso del paro es para inútiles integrales, para flojos y vagos a perpetuidad…

Difícil se me antoja hacerle ver a determinado tipo de personas que, ni ellos son tan buenos, ni los demás son tan malos. Que a veces depende de circunstancias ajenas al propio trabajador el verse formando parte, en un abrir y cerrar de ojos, de las famosas listas del paro, y por consiguiente peregrinando, de la noche a la mañana, en la búsqueda de empleo para poder seguir llevando un plato de comida a la mesa. Y es que a veces no hay peor enemigo para un trabajador que otro trabajador (ignorante por supuesto).

La pobre cajera habrá tenido que pedir que la sustituyan para tomarse una tila, después de la doble sesión de discursos a la que se vio sometida, sin beberlo ni comerlo. Pero si, quizás tenemos lo que nos merecemos, incluso que nos caiga ese famoso meteorito, porque si los propios trabajadores no somos conscientes de que los derechos no sólo NO se tienen garantizados sino que podemos perderlos en cualquier momento, estamos realmente perdidos y abocados a la esclavitud. Algunos colectivos como el de funcionarios, que también fueron víctimas colaterales del discurso improvisado del político-monologista-trabajador de la cola del super, piensan erróneamente que pertenecen a otra clase social, sin darse cuenta que no dejan de ser simples trabajadores, que deberían empatizar un poco con la parte más desfavorecida de su propia clase social. Cómo pueden pretender que la sociedad les vea como simples trabajadores cuando reivindican sus justos derechos, si ellos mismos consideran que juegan en “otra liga”…

Cuídense y cuidémonos, que todos podemos ser víctimas en algún momento del meteorito laboral.

En fin, que hay que ver lo que da de si diez o quince minutos de espera en la cola del super. Ditoseadios...






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