martes, 17 de marzo de 2020

Nos crece el ombligo, por Paco Vega

A ver si soy capaz de expresarme con el suficiente tacto para no herir susceptibilidades, ya que de un tiempo a esta parte a TODOS, parece ser, nos ha crecido el ombligo de una forma exagerada… Y me explico:

Ni policías, médicos, camioneros, panaderos ni autónomos, por poner algunos ejemplos, estamos bendecidos por la divinidad. No somos el centro del universo. Todos formamos parte de un gran engranaje social, cada uno con su parte de responsabilidad, penosidad o peculiaridad. Todos y cada uno de nosotros hemos llegado a nuestras profesiones o situaciones laborales actuales por diversas vicisitudes que nada tiene que ver con la gracia de Dios… En ocasiones porque era lo que más nos gustaba (odio la palabra vocación porque tiene una connotación de excelencia profesional que no siempre se ajusta a la realidad), y en la mayoría de los casos por casualidad o porque de alguna manera había que ganarse las habichuelas… En alguna ocasión escucho o leo a algunas personas de determinados colectivos que, habiendo elegido sus ocupaciones de forma voluntaria, se creen por encima de los demás o al menos con un plus de sacrificio o penosidad. Hay que recordar a toda esta gente que, todos los trabajos u ocupaciones tienen sus especificidades y penalidades, absolutamente TODOS. Es lícito y legal aspirar a mejorar las condiciones de vida, laborales o económicas de todo colectivo, pero es evidente que a nadie regalan el sueldo o los beneficios económicos, y que si en algún momento a alguien le parece insoportable tanta presión, siempre puede intentar cambiar de ocupación o situación.

Este halo de “superioridad moral” lo he venido constatado desde hace mucho en algunos miembros de las fuerzas de seguridad, un colectivo al que dediqué veintidós años de mi vida, pero que últimamente lo vengo observando también en “algunos” de los llamados autónomos. Un colectivo -este último- al que nadie niega su valía, pero que acostumbra a criticar sobremanera un marco laboral buscado voluntariamente. Insisto, nadie niega su aportación al erario público y a la creación de empleo, pero hasta ahí. Los demás, incluidos pensionistas y asalariados también contribuimos al erario a través del IRPF y los múltiples y variados impuestos directos e indirectos. TODOS, asalariados, autónomos y empresarios asumimos determinados riesgos. Si nos ponemos “espléndidos” podríamos decir que el autónomo tiene el riesgo de perder su inversión si le va mal, aunque si le va bien no tiene límites… El asalariado sin embargo tiene los mismos riesgos o más que el autónomo, ya que el empleo es cada vez más precario e inestable, mientras que por mucho que trabaje y por muy bien que le vaya al empresario, rara vez ve reflejado en su nómina esa bonanza económica.

No sería justo continuar sin aclarar que, este país tiene una deuda pendiente con los autónomos, habitualmente maltratados por las leyes. En cada campaña electoral vemos promesas para ellos en los programas de todo signo político, sin embargo año tras año se les hurtan las medidas que incentiven y favorezcan de forma flexible su emprendiduría. Esperemos pues que en esta legislatura que acaba de comenzar cambie para bien este marco laboral.

Con la declaración del Estado de Alarma -con todo lo que esto significa- y con las medidas que esta recoge, he visto a determinados autónomos quejarse amargamente y acudir a las redes sociales de forma desaforada, lanzando improperios e insultos al Gobierno y a su Presidente en un histerismo poco justificado.

Insisto, dejemos de mirarnos el ombligo en estos momentos tan complicados y respetemos a las Autoridades y su trabajo. Ya habrá tiempo para la crítica sosegada. Nunca antes en estos últimos cuarenta años se ha vivido una situación tan grave como esta. La situación es difícil y dura PARA TODOS. Serán apenas unas semanas, comparado con lo que nos jugamos (LA VIDA), pero debemos mantener la calma.

Defendamos EL BIEN COMÚN que es LA SALUD DE TODOS. Lo que está en juego es mucho.


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