martes, 15 de septiembre de 2020

La Sima de Jinámar y el escarnio del olvido, por Paco Vega

 

A principios del presente mes de septiembre subí a la Sima de Jinámar, acompañado por una


de las personas que más conoce de la represión, persecución y muerte en Canarias a manos de falangistas. Estoy hablando de Pako González, que es además víctima (nieto y sobrino de asesinados por aquel aquelarre de odio y sangre), como consecuencia del golpe de estado de julio de 1.936. Una violencia desmedida que se cebó especialmente en Canarias, en donde no hubo enfrentamiento bélico alguno. El pueblo canario, pacífico de por demás, sufrió como nadie las hordas fascistas y de los señoritos burgueses que, sin escrúpulos, no estaban dispuestos a dejar vivo a ningún representante de la incipiente contestación obrera, al tiempo que exhibían sus más bajos y criminales instintos contra esposas e hijas de aquellos.

El infierno de violencia y muerte que se fraguó desde julio de 1.936, y que continuó durante los años siguientes, con altas dosis de represión en todo el archipiélago canario lo recoge al detalle Pako González en sus libros “Tormenta en la memoria”, “Semilla de memoria” y “El viento más rebelde”, de muy recomendable lectura, para todo aquel que desee aproximarse a la verdad oculta sobre el odio más abyecto y desmedido que un ser humano pueda vomitar, desatado sobre una clase trabajadora desprovista de maldad alguna. No sólo fue obra de militares, policías y fascistas; fue además, una horda de paramilitares -armados hasta los dientes- y arribistas de todo sello y condición, pero también una pléyade de adinerados burgueses rabiosos y sedientos de venganza sobre todo aquel que se hubiese significado en la lucha sindical para sacar a los trabajadores de la miseria y esclavitud reinantes en el momento.

Recorrer los apenas 200 metros que distan desde la carretera -penosamente transitable- hasta llegar a la propia Sima, conocedor de que ese fue el recorrido final para cientos de personas, fue estremecedor. Una vieja pintada con los colores de la bandera canaria cuya leyenda dice : “Canarios asesinados por el fascismo. No les olvidamos”, en lo que parece ser una abandonada casilla de reparto de aguas, es el mayor homenaje a las víctimas que observamos en el lugar. Los últimos metros son desconcertantes porque no ves el agujero volcánico hasta que estás prácticamente encima. La vegetación salvaje existente en el lugar se encarga de ocultar a nuestros ojos “la boca del infierno”. Una pequeña cruz, al borde de la chimenea volcánica -con la bandera canaria pintada en sus laterales- es toda la simbología que evidencia uno de los lugares en los que se cometieron los crímenes más atroces de la dictadura franquista. Una diminuta placa del Cabildo, a un par de metros, con un texto igualmente breve y “tibio”, en contraste con la magnitud de los


crímenes allí acontecidos, intenta informar sucint
amente -en tres idiomas- del lugar en el que hace ahora ochenta y cuatro años se fraguó una de las mayores tragedias de Canarias. Cuando nos alongamos para visualizar el interior del agujero, podemos imaginar la magnitud de los crímenes y la infinita crueldad humana, en el conocimiento de la profundidad de la chimenea volcánica que baja verticalmente hacia las profundidades de la montaña (80 metros), al tiempo que vemos una bandera republicana que alguien, a modo de homenaje, lanzó en su interior. No puedo evitar sentir un escalofrío al imaginarme las atrocidades allí cometidas, al tiempo que escucho la voz de Pako González detallándome el macabro escenario. Crímenes que, no podemos olvidar, han permanecido completamente impunes.


Llama la atención la carencia de señalización en sus vías de acceso y la señalética del lugar, en el que debería existir además un monumento-homenaje al que sin duda fue el mayor “holocausto


canario” durante el franquismo.

Llama la atención la nula disposición de las autoridades para exhumar los cientos de cuerpos que se encuentran en el interior de la chimenea volcánica, víctimas de ejecuciones allí acaecidas durante años.

Llama la atención que, además, no se cuide convenientemente el entorno, con multitud de trastos y escombros que los desaprensivos van dejando por todo el entorno y que nadie retira. Una cercana planta de reciclaje de escombros, a pocos metros del BIC (Bien de Interés Cultural le llaman), también amenaza con tragarse la Sima en cualquier momento, debido a que cada vez comen más terreno a la zona.

Llama la atención el poco o nulo interés de las 

autoridades en dar reparación y respeto a las víctimas y familias del genocidio fascista acaecido hace más ocho décadas. Cabe pensar que el motivo puede estar en los descendientes de los criminales fascistas, que siguen teniendo el poder de presionar e influir sobre las autoridades que deben dar justa reparación a las víctimas y sus familias.


Ochenta años después parece ser que es tiempo de reparaciones y de justicia. No más olvido y no más daño a las víctimas, que lo fueron en su día siendo víctimas del odio desmedido de los fascistas y lo han venido siendo durante ocho décadas por el olvido institucional.

Otro día les hablo de Marfea, de los Pozos de Arucas yTenoya, y otros lugares de exterminio fascista.


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