Creo sinceramente que los 50 (a mi me falta poco, aunque otros ya han llegado), es una edad perfecta para reinventarse, para hacer cosas nuevas, para atreverse con lo que que años atrás ni se nos hubiera pasado por la cabeza. Los cincuenta es una edad redonda para seguir creciendo como personas, en la que aún tenemos salud y energía suficientes para afrontar nuevos retos y aventuras sin los amargos complejos del pasado, sin las vergüenzas que a tantos nos hicieron sufrir estúpidamente. Ahora que sabemos que la vida se nos va en un suspiro, necesitamos suspirar y recobrar el aliento cada día para vivir intensamente la pequeña parcela de emociones en que podemos convertir nuestras vidas.
Tenemos que atrevernos..., que ser valientes y optimistas. Si, lo sé, no podemos despegar los pies del suelo, la vida ya nos ha enseñado muchas cosas, pero la ilusión debe ser el motor de nuestras vidas, las alas que nos impulsen a volar; un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, un nuevo amor... Todo es posible ¿quién dijo miedo?