sábado, 29 de diciembre de 2012

Hablemos de inmigración (La Opinión de Josemi Martín en TAMAIMOS)

Digamos, para empezar, que no soy partidario de las simplificaciones y menos en un tema tan delicado como éste. Estamos hablando de la vida de mucha gente, de sus proyectos vitales, sueños y esperanzas pero también de situaciones dramáticas, frustraciones y desengaños que no pueden quedar ocultos bajo la insoportable levedad de la consigna. Esta convicción es la que me anima a escribir este modesto texto que, seguramente, no tendrá la profundidad que debiera pero que quizás no ande tan desencaminado. Hablar de inmigración en Canarias es hablar de muchas cosas a la vez y eso no hace sino añadir complejidad al asunto pero creo que, para entendernos, debemos acordar que abordar esta cuestión bajo los mismos parámetros que utilizaríamos en un territorio continental no puede llevarnos sino a un marasmo de superficialidades y vaguedades que no va a ayudar en nada a los propios inmigrantes, a los nuevos canarios ni tampoco a los antiguos.
Demasiadas veces se topa uno con un discurso que calificaré de “ingenuo bienintencionado” en el que se compara a Canarias con Venezuela, Argentina y otros países extensísimos y con densidades de población anecdóticas. Se apela, de paso, a los relatos familiares de padres y abuelos, queriendo comparar ambas situaciones, salvando época histórica y contextos, como si éstos no tuvieran relevancia alguna. Si uno cuestiona semejante proceder, automáticamente es tachado de insolidario, de no tener “memoria histórica” o cosas peores. Es un análisis de vuelo corto y bajo que tiene como principal virtud la de querer empatizar a toda costa con aquellas personas que abandonan su hogar en busca de un mejor porvenir. Loable pero errado y superficial. Nada dicen sus defensores acerca de cómo crecerían los servicios sociales en un contexto de libre inmigración, cómo se financiarían, qué políticas de integración serían necesarias, quién las pagaría, … Todo eso queda en el limbo de lo que no se piensa, lo cual es demasiado parecido a la irresponsabilidad. Del lado de acá, cantos a la bondad de los inmigrantes, a quienes se suele idealizar, y a la solidaridad eterna e infinita. ¿Cómo se podrá sostener esa solidaridad eterna e infinita en términos prácticos? Misterio. Todo lo más, se confía a un mejor reparto de los recursos existentes el bienestar de esa sociedad multiplicada y los hijos y nietos de los que ya están y los que vendrán. Dios proveerá.
Junto a este discurso “ingenuo bienintencionado”, vuela igual de bajo el“pseudouniversalista españolón”, que vendría a defender una política de puertas abiertas en las islas, basada en un etéreo concepto de solidaridad que no suele ir acompañado de una exigencia de responsabilidad para todas aquellas personas que llegarían a Canarias. Emparentado con el “pensamiento” neoprogre supercool, suele hundir sus raíces este planteamiento en lo que se ha dado llamar la “vulgata marxista”, un conjunto de creencias populares acerca de lo que se piensa que Marx escribió y que se aplicaría en todo momento histórico y lugar del orbe, quiera uno o no quiera. Paradójicamente, sus principales defensores suelen confiar al mercado la autorregulación de los flujos migratorios, que por lo visto no deben ser regulados por institución alguna. Es un discurso importado desde la central hasta la colonia y que no tiene en cuenta el lugar donde se ejecutaría, entre otras cosas porque eso importa poco. Lo mismo dan las despobladas provincias españolas que unas islas superpobladas en el noroeste africano. ¡Ancha es Castilla… y sus colonias! Igual el Tirol que Lampedusa. Lo del “análisis concreto de la realidad concreta” lo dejan para sus peleítas entre Cayo, Gaspar y cualquier otro que toque ahora, que a nadie le importa ni cómo se llame. Aquí lo que toca es rasgarse las vestiduras y darse golpes de pecho si el Gobierno, por arte de magia, acierta y se le ocurre una obviedad como que se priorice la contratación de desempleados ya inscritos en oficinas de empleo de las islas antes que importar mano de obra foránea. ¡Qué atentado contra el género humano! ¡Contratar yesistas desempleados residentes en Tacoronte, pudiendo importarlos desde Tomelloso!¿A qué clase de terribles asechanzas expondrán los “nacionaleros” (sic) canarios a los jubilados ingleses y alemanes, inmigrantes climáticos? De nuevo, cuestionar tal óptica supone arriesgarse a que uno sea tildado de racista, xenófobo, fascista o simpatizante de Coalición Canaria, que es lo peor de todo.

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