sábado, 24 de junio de 2017

Educación divino tesoro, por Paco Vega.

Llevo mucho tiempo queriendo hablar de LA EDUCACIÓN (con mayúsculas), pero no de las leyes, que por cierto llevamos siete en estos cuarenta años de democracia, sino de lo que debería ser la esencia de la Educación pública.

Sé que probablemente no soy la persona más apropiada para hablar de educación y quizás deberían pronunciarse los que saben de la cosa, es decir, los profesores. Pero bueno, como a mi me gusta hablar de todo lo que considero importante no puedo dejar atrás un tema que a mi me parece fundamental.

La polémica viene dada por la monolítica opinión de la derecha de este país en repetir machaconamente lo de responsabilidad, mérito y capacidad en cuanto se nombra la educación pública. Y claro, yo me quedo pensando si esa debe ser la única vara de medir.

La conclusión es que no, que está muy bien la cultura del esfuerzo y el mérito pero, ¿sabemos de qué edades estamos hablando…? Cuando nos referimos a un periodo extenso en la vida de nuestros niños y jóvenes, que va desde la más tierna infancia hasta la juventud, pasando por la controvertida adolescencia, hay que masticarlo despacito para no atragantarnos con el bocado, especialmente si tenemos en cuenta esta etapa tan crítica y decisiva en la vida de los chicos. Yo prefiero hablar de IGUALDAD DE OPORTUNIDADES, pero teniendo claro que la igualdad de oportunidades no significa tabla rasa para todos. La educación pública bien entendida significa eso, que se dan las mismas oportunidades, tanto al más avispado como al más “despistado” de la clase. O acaso nadie ha conocido a chicos que siendo mediocres durante su educación primaria o secundaria acaban estudiando carrera o siendo profesionales de prestigio. O al contrario, chicos que prometían mucho y con notas muy brillantes que al llegar a la “edad crítica” se malograban amargamente.


Pues eso, que hablar de sacrificio sin conocer los dramas humanos que hay en cada casa es hablar por hablar. Dictar sentencia sobre el esfuerzo, ignorando el volcán de contradicciones, inseguridades y complejos que fluye en una cabeza adolescente es muy atrevido. Que los planes de estudio, itinerarios y los ciclos académicos deben realizarse pensando en los chicos inseguros, otras veces prepotentes e ignorantes, y la mayor parte del tiempo desnortados sobre el mundo que les espera y sus potencialidades. Por eso es tan importante que existan segundas y terceras oportunidades, para que siempre haya un vagón al que subirse a última hora, una alternativa posible que sea balsa salvavidas de los errores adolescentes y de conflictos económicos y familiares de todo tipo. No podemos pasar por alto que, un chico con problemas en casa puede estar dedicando mucho más esfuerzo que otro que aprueba y sin embargo fracasar en el intento. ¿Acaso hace falta explicar esto? Familias rotas, con problemas de alcoholismo y drogas o con graves problemas económicos.
Seguro que muchos de los adultos que ahora se muestran tan estrictos y cuadriculados con los chicos, fueron en su adolescencia y juventud rescatados de última hora. Pero claro, “el gallo no se acuerda de cuando fue pollo” y así nos va. Claro que de esto nada saben los que han tenido una vida regalada y llena de oportunidades, de donde vienen los políticos que ahora hablan de esfuerzo y sacrificio. Esfuerzo si -dirán ellos- pero en los demás, en los que no se pueden permitir un error porque descalabran academicamente. Eso, y que todas las barreras son para la educación pública… No podemos olvidar que las clases pudientes tienen segundas, terceras y cuartas oportunidades. Estos tienen clases particulares, de refuerzo y contra-refuerzo, profesores de apoyo y academias con las que las clases trabajadoras no pueden ni soñar por falta de recursos.

Y hablando de barreras podemos visualizar unas cuantas en la última reforma educativa de este gobierno. Por lo pronto miles de estudiantes han tenido que tirar la toalla en su intento de aspirar a la educación superior por la carestía de las matrículas, las más caras de Europa. La duración de las carreras se ha recortado (dicen que es exigencia europea) y aumentado los másters. Con lo que antes un licenciado era un licenciado, con todas las de la ley, pero ahora se obtiene un grado, para luego completar la formación con diversos másters de especialización, sin los que no eres nadie en el cada vez más menguado y exigente mundo laboral, en el que también hay que competir en “desigualdad de oportunidades”. Pues precisamente esos másters no son nada baratos y se convierten en otra barrera más para las clases trabajadoras que no pueden acceder a ellos. Antes eran optativos y ahora son prácticamente obligatorios. La educación también se ha convertido en UN NEGOCIO, cada vez más pujante.

Resumiendo les diré que, en este país en vez de apostar por la formación y preparación de las nuevas generaciones, dando todo tipo de facilidades, se dedican a torpedear con leyes ideologizantes y prejuiciosas para que a los puestos destacados en la empresa y la administración sólo lleguen los hijos de papá y alguna excepción. Eso si, convenientemente formados en colegios subvencionados por el estado, que por otra parte recorta sin miramiento la enseñanza pública.

Por eso y no por otra cosa yo grito en favor de la enseñanza pública, grito en favor de la igualdad de oportunidades, para que los iguales sean menos desiguales.

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