jueves, 22 de octubre de 2020

Pantallas de mentira y el negocio de las residencias, por Paco Vega.

 

El panorama de atención a nuestros mayores se ha vuelto confuso y plagado de intereses cruzados, pero nunca resultan ser los intereses de nuestros mayores los que se ponen en el centro de la ecuación. Se ha apostado por un modelo mayoritario de residencias privadas, en el que se ofrece un suculento negocio a grandes empresas que juegan a ganar más ahorrando en servicios y personal, que lo mismo invierten en ladrillo que en atención a los ancianos. Las prisas y hacer más con menos es su fin para ganar más. Su obsesión es el dinero fácil y rápido, no la calidad de vida de nuestros mayores. En ocasiones las residencias son públicas, sin negocio de por medio, más y mejor enfocadas a la atención a nuestros mayores pero, ¿acaso es esta la mejor solución?

Para entender las cosas debemos pensar que nuestros mayores “seremos nosotros” pasado mañana… Sólo así podremos comprender lo que “nos conviene”. Los mayores de mañana seremos nosotros. Es evidente que deben existir residencias -preferentemente públicas- para el cuidado y atención de mayores que, por sus circunstancias personales y extraordinarias no puedan ser atendidos en sus propios domicilios, pero debemos apostar por la atención domiciliaria generalizada, en su hogar, con sus comodidades y recuerdos. El sentirse útiles y cómodos en un entorno familiar forma parte de la calidad de vida que todos quisiéramos para nuestros últimos días. Nadie quiere vivir en un “apartadero de viejos” del que sólo se sale con los pies por delante. No se me ocurre un final más triste para mis últimos días.

Por ello se hace más necesario que nunca invertir en políticas públicas de atención al mayor, de contratación de profesionales suficientes y cualificados para hacer más llevadera nuestras vidas en el trayecto final. Quitarse el problema de encima, privatizando el servicio a “una máquina de hacer dinero” no es la mejor opción para nuestros mayores. Nuestros políticos deben aprender a disfrutar de la sonrisa de sus mayores, sonrisa provocada por el bienestar a través de unos servicios a domicilio bien dotados y de calidad, no de una foto oportunista con motivo de un cumpleaños a los más longevos. Trabajemos pues por darles a todos muchos instantes de calidad y muchas sonrisas de atención.

Falta agilidad y sensibilidad en los servicios sociales, en la tramitación de ayudas y en atención a los mayores o sus familias. El silencio administrativo y las demoras innecesarias de la políticas marrulleras practicadas históricamente por los Servicios Sociales de la Comunidad Canaria es un atentado a la dignidad de nuestros mayores y sus familias. Es una burla a nuestro estado de derecho.

Apostemos pues por una atención a domicilio pública, profesionalizada y suficientemente dotada. Apostemos, cuando no exista otra opción, por residencias públicas que no se conviertan en apartaderos de viejos, con personal y medios suficientes para hacer la vida más llevadera a nuestros mayores.

La atención a domicilio a nuestros mayores puede y debe convertirse en calidad de vida para ellos y salida laboral digna para nuestra población. No nos dejemos engañar por empresas tramposas que, con la connivencia de las administraciones y de “pantallas de mentira”, intentan hacerse con unos servicios públicos en los que debe primar la atención y el cariño y no EL NEGOCIO.



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