Mis abuelos no sabían que existía Azerbaiyan. En aquel rincón del mundo acaban de declarar a Risco Caído Patrimonio Mundial de la Humanidad. Mis abuelos nacieron en esas cuevas de la cumbre. Allí Teodosia y Antonio en Juncalillo y María Jesús y Juan en Artenara, nacieron, trabajaron la tierra, hicieron pan en la cueva, criaron hijos e hijas. Allí mi abuelo Antonio y su hijo Manolo plantaron 12 árboles. Antonio Luján y Teodosia Ojeda tuvieron 12 hijos. Dos murieron en la infancia, otra en la adolescencia y nueve emigraron a Las Palmas. Mi abuelo Juan murió joven en la cumbre, cuando mi abuela estaba embarazada de mi padre y mi tío Juan tenía dos años. Mi abuela crió a Segundo y Juan allá arriba y luego vino a Las Palmas con sus dos hijos y su hermana Elena al barrio de Arenales, donde Segundo y Carmela, mis madres, comenzaron su historia de amor.
Juncalillo también fue el paisaje de mi infancia. Allí iba los fines de semana con mis hermanas y mis primos y primas. A la cueva donde Antonio y Teodosia criaron sus primeros hijos, donde nació mi madre. Yo disfrutaba del fresco de las cuevas los días de verano. Y con mis primos me perdía por aquellas tierras. Allí a la sombra de los árboles nos contábamos los secretos de la preadolescencia y aprendíamos algunos misterios de la vida ajenos a los calendarios de triángulos invertidos y símbolos de la fertilidad de los tamazight.
Juan Cubas venía a pasar los domingos con nosotros. Mi tío Pepe llevaba parte de la comida hecha. A veces subíamos en el citroen de mi tío Manolo. Nos parábamos en casa de los rubios a comer calamares y seguíamos camino a las cuevas. Cuando llevaba algunos años trabajando en la radio Juan Cubas me invitó a ser pregonero en Barranco Hondo, uno de los mayores honores de mi vida. En ese espacio que en los medios de comunicación están llamando “complejo troglodita” yo descubrí el mundo, el mejor de los mundos, el de la infancia en la naturaleza a la sombra de la lima que plantó el abuelo. Después decubrí que abuelo Antonio y mi tío Manolo habían plantado doce árboles como 12 fueron los hijos que parió Teodosia.
Este domingo el mundo mira a los paisajes de mi infancia. Estoy dispuesto a compartirlos con el mundo. Que los turistas que vengan lo respeten como lo respetaron mis abuelos y abuelas, mis bisabulelos, mis tíos y tías. Espero que no haya masificación, que se controle la capacidad de carga, que la fiesta por Risco Caído no deje sin presupuesto a los otros muchos yacimientos que hay en Gran Canaria. Me sumo a esta fiesta de reconocimiento universal de Risco Caído, felicito a quienes lo hicieron posible, lo hago con alegría, pero también con la mirada que los maúros de la cumbre dedican a los forasteros que llegan, antes de dar la mano miramos de arriba abajo para averiguar si el forastero viene en son de paz y a respetar el paisaje y el paisanaje que tanto nos ha costado preservar.
https://juanglujan.wordpress.com/2019/07/07/mi-infancia-en-las-montanas-sagradas-de-juncalillo-y-riscocaido/?fbclid=IwAR1UHK6JHhH6cm8JMWOfRsP_eQXSKY1dHvy2K8IQ5dOwLKhmtVdPXs872_4